PRÓLOGO
Llevaba
meses esperando este viaje, en concreto desde Semana Santa, cuando
fui a hacerle una visita a mi prima que vive en Cádiz.
Lo
cierto es que ansiaba este viaje, pero por otro lado lo temía. Nunca
había pasado tanto tiempo lejos de mis padres, y en cierta parte
sabía que les iba a echar mucho en falta.
Esa
mañana, me desperté con un positivismo poco usual en mi. Recuerdo
el salón ocupado por dos enormes maletas grises y algún que otro
neceser esparcido por las mesas.
Ese
día todos mis tíos vinieron a verme por la mañana, todos tenían
una gran sonrisa en la cara y me decían lo divertido que sería
hacer un crucero. La mañana pasó lenta, apenas comí, sentía esa
sensación tan extraña de mariposas en la barriga.
Recuero
que nuestro A.V.E salió sobre las cuatro y media. Mis padres nos
acompañaron a mis tíos y a mi a la estación de trenes, recuerdo el
húmedo abrazo que mi madre y yo compartimos (a causa de mi llanto) y
el tímido gesto con la mano que me dedicó mi padre cuando descendía
por las escaleras mecánicas. En ese momento lloraba, no quería
alejarme de ellos, pero pensé ¡basta!, ahora te vas a montar en un
barco, seguramente una de las experiencias más bonitas de tu vida,
aprovechala.
Tardamos
cinco horas en llegar a Barcelona. Cuando encontramos el hotel ya
había caído la noche. Hicimos una visita corta por la ciudad,
apenas pasamos cinco calles más allá del hotel. Paseamos por una
gran avenida en la que había una larga fila de restaurantes que
ocupaba desde una punta a otra. Aquella noche cenamos en una especie
de pizzeria, con dos grandes antorchas a cada lado de la mesa, por lo
que el calor que emanaba el fuego contrarrestaba el fuerte viento,
que terminaba por convertirse en una cálida brisa.
Cuando
llegamos a hotel y me acurruqué en la cama, reconozco que se me
saltaron un poco las lágrimas, pues pensaba en mi madre y en cuanto
la echaba de menos. Volví a controlarme, de modo que cerré los ojos
y me imaginé a mi, en la cubierta del barco, con el viento
alborotando mi rizado pelo, con el sol ocultándose en el horizonte.
Aunque supongo que ni en mis mejores sueños habría podido vivir una
historia tan bonita como pasó en la realidad...
CAPÍTULO 1
Salió el sol...
En el momento en el que
puse los pies fuera de la cama todo fueron prisas, teníamos tres
horas hasta que desembarcara nuestro barco y no nos encontrábamos
precisamente al lado del puerto.
Nos dimos una ducha
rápida y luego intentamos organizar las maletas de nuevo, con el
objetivo de no dejarnos nada en tierra.
-Bianca, ¿dónde has dejado la ropa sucia que utilizaste ayer?-preguntó mi tía Rosa desde dentro del cuarto de baño.
-La he dejado en la bolsa que tenías guardada dentro de la maleta, no te preocupes, no me he olvidado de nada.
-Bianca, ¿dónde has dejado la ropa sucia que utilizaste ayer?-preguntó mi tía Rosa desde dentro del cuarto de baño.
-La he dejado en la bolsa que tenías guardada dentro de la maleta, no te preocupes, no me he olvidado de nada.
Mi tía y su manía con
el orden, en realidad si no fuera por ella habría perdido más de la
mitad de mis cosas, se puede decir que no soy la persona más
organizada del mundo.
Cuando terminamos de
desayunar ya nos estaba esperando un taxi en la puerta del hotel. Lo
cierto es que no dedicamos más de quince minutos a la primera comida
del día, bien sea por que no teníamos hambre o por que estábamos
ansiosos por emprender nuestro viaje.
El viaje en el taxi fue
muy tranquilo, recuerdo al conductor hablando en español, lo que me
creó duda, pues tenía entendido que la primera lengua en Barcelona
era el catalán. Recorrimos gran parte de la ciudad, el único sitio
que había visitado fuera de Andalucía fue Madrid, y francamente no
me gusto para nada, en cambio Barcelona me pareció un sitio
precioso, sobre todo cuando el taxi se desvió por el paseo marítimo
de la capital. Recuerdo una larga carretera y a lo lejos ya se
divisaba un enorme barco atracado en el muelle. De nuevo las
mariposas volvieron a revolotear en mi estómago.
Antes de embarcar,
tuvimos que registrarnos, entramos en una gran nave abarrotada de
gente formando cola ante una gran fila de mostradores. Las diferentes
colas estaban separadas por una cinta de terciopelo rojo. Yo no hacía
más que mirar a un lado y a otro, me pregunté si tanta gente cabría
en el barco, mejor dicho, me pregunté si el barco soportaría el
peso de tantas personas.
Un saludo a lo lejos me
distrajo de mis pensamientos.
-Parece increíble que no nos encontremos por Sevilla y coincidamos en Barcelona- era mi tío Enrique hablando con una familia que se encontraba dos filas más a la derecha
-Ya ves, así pasaremos el viaje en familia. Os esperamos en la sala donde se recogen las maletas cuando os halláis registrado-le contestó una mujer pelirroja.
-Parece increíble que no nos encontremos por Sevilla y coincidamos en Barcelona- era mi tío Enrique hablando con una familia que se encontraba dos filas más a la derecha
-Ya ves, así pasaremos el viaje en familia. Os esperamos en la sala donde se recogen las maletas cuando os halláis registrado-le contestó una mujer pelirroja.
Pero mi atención no se
fijó en ella, ni en el que sería su corpulento marido, si no en una
niña delgada y muy alta que se encontraba con ellos. La chica me
sonrió y yo le devolví la sonrisa.
-¿Quiénes son ?- le pregunté a mi tío
-Ella es mi prima Ángeles, el hombre grande es su marido...Pedro si no mal recuerdo, y ellos son sus hijos, Carmen que es la mayor y Lucas es el pequeño.
-¿Cuántos años tiene Carmen?
-Creo que un año más que tú.
-¿Quiénes son ?- le pregunté a mi tío
-Ella es mi prima Ángeles, el hombre grande es su marido...Pedro si no mal recuerdo, y ellos son sus hijos, Carmen que es la mayor y Lucas es el pequeño.
-¿Cuántos años tiene Carmen?
-Creo que un año más que tú.
Me alegró mucho pensar
que no pasaría toda la travesía sola con mis tíos, no es que me lo
fuera a pasar mal con ellos, pero tiendo a ser una persona muy tímida
por lo que tener a alguien a mi lado me ayudaría a relacionarme con
los demás chicos del barco.
Tal y como dijo
Ángeles, la familia nos estaba esperando delante de una larga cinta
por la que iban pasando las maletas. Me sentí muy cortada al
principio por lo que no me separé del lado de mi tía, y en un gesto
de cobardía la pedí que fuera ella quien me presentara a Carmen.
-Hola, me llamo Carmen, ¿Cómo te llamas?- al parecer ella se había adelantado
-Me llamo Bianca
-Genial ¡una chica! En el crucero que hice el año pasado estaba rodeada de tíos. No me mal interpretes, son muy simpáticos, tienen que estar al llegar.
-Vaya...¿viene más gente con nosotros?
-Sí, son tres niños de Cádiz, por cierto, me llamo Lucas- me pilló de sorpresa escuchar esa voz tan infantil y melodiosa. Cuando me fijé bien el el hermano de Carmen vi a un precioso niño de apenas siete años, con unos enormes ojos azules y muy blanco de piel.
-Encantada Lucas, yo soy Bianca- le saludé con una cordial sonrisa.
-Hola, me llamo Carmen, ¿Cómo te llamas?- al parecer ella se había adelantado
-Me llamo Bianca
-Genial ¡una chica! En el crucero que hice el año pasado estaba rodeada de tíos. No me mal interpretes, son muy simpáticos, tienen que estar al llegar.
-Vaya...¿viene más gente con nosotros?
-Sí, son tres niños de Cádiz, por cierto, me llamo Lucas- me pilló de sorpresa escuchar esa voz tan infantil y melodiosa. Cuando me fijé bien el el hermano de Carmen vi a un precioso niño de apenas siete años, con unos enormes ojos azules y muy blanco de piel.
-Encantada Lucas, yo soy Bianca- le saludé con una cordial sonrisa.
En ese momento se
acercaba a nosotros otra familia, aunque esta contaba con un miembro
más. Carmen salió disparada para saludar a los tres chicos,
mientras tanto yo me quedé estática como plantada en el suelo. Noté
como una diminuta mano me cogía la mía, era Lucas, que con una
sonrisa me estaba dando a entender que él me presentaría a la nueva
familia.
Después de conocer a
la nueva familia y recoger nuestras pertenencias, nos dirigimos hacia
una larga pasarela de cristal que desembocaba dentro del barco. Mi
tío me tubo cogida de la mano ese corto trayecto, pues si mirabas
para abajo podías ver con absoluta claridad el mar y para las
personas que sufren de vértigo no es una sensación agradable.
Aunque si con algo me
quedo de esos quince minutos fue la cara de todos los pasajeros
conforme iban entrando en el barco. Todo lo que me hubiera imaginado
que sería se quedaba corto, nunca había visto tanto lujo. Los
suelos estaban cubiertos por una fina alfombra roja, recuerdo
levantar la cabeza y ver nueve plantas sobre mí, lo que me llevó a
preguntarme si el barco soportaría ya no sólo nuestro peso, si no
el de todo aquello.
Nuestra planta era la
décima, pues mi tía padece claustrofobia y tuvimos que coger un
camarote con terraza, así que con la excusa de que me dan miedo los
ascensores, subí por las escaleras para poder curiosear por las
demás plantas.
Las escaleras eran
enormes, todas cubiertas por esa tela roja, parecía que estaba
paseando por el mismísimo Titanic.
La gente andaba de un
sitio para otro, perdida, buscando su camarote. Me hallaba en la
planta tres, ahí el alboroto era aún mayor, sólo había dos
botones en cada larga fila de camarotes y los pasajeros estaban
agrupados en torno a ellos preguntándoles donde poder hallar sus
camarotes. Tropecé con algo, ya estaba al borde de la caída cuando
alguien me agarró con una mano por el brazo y la otra la posó en mi
cintura.
-Lo siento mucho, no debería de dejar la maleta por ahí tirada.
-No pasa nada, la culpa es mía no miro por donde voy.
-Lo siento mucho, no debería de dejar la maleta por ahí tirada.
-No pasa nada, la culpa es mía no miro por donde voy.
Cuando me incorporé y
pude verle con detenimiento me encontré con unos enormes ojos
marrones que me miraban con curiosidad. Era un chico alto, quizá un
par de años mayor que yo y con una sonrisa que me heló la sangre.
Le devolví una leve sonrisa, lo cierto era que en ese momento me
encontraba en estado de shock, no podía hacer otra cosa. Agaché la
cabeza y subí corriendo las escaleras, todo lo rápido que me
permitían mis piernas, una vez que me encontré lejos de aquel
chico, aminoré mi marcha e intenté que el corazón se tranquilizara
un poco.
Otro choque y
finalmente en este si caí al suelo.
-¡Bianca!- mi tía me ayudo a levantarme- lo siento, ¿te encuentras bien?
-¡Bianca!- mi tía me ayudo a levantarme- lo siento, ¿te encuentras bien?
Me incorporé
rápidamente y miré a ambos lados, por suerte el gran pasillo en el
que nos encontrábamos estaba desierto, nadie me había visto.
Nos llevó unos veinte
minutos encontrar el número de nuestro camarote, pero cualquier
espera hubiera merecido la pena si desembocaba en lo que nuestros
ojos se encontraron.
Jamas había visto una
habitación tan bonita. La habitación tenía las paredes pintadas en
tono garbanzo, un naranja muy apagado. En cuanto se entraba por la
puerta a la derecha estaba la puerta del baño y a la izquierda había
un gran armario, una vez que se salía de ese pequeño pasillo nos
encontramos con la cama de matrimonio y un pequeño sofá a su lado,
que supuse que sería mi cama. Pero lo realmente llamativo de la
habitación era que en el fondo se habrían unos grandes ventanales
que llegaban hasta el suelo, y entre los ventanales había una puerta
de cristal, era la entrada a la terraza. Casi instintivamente me
dirigí hacia allí. El barco aún seguía anclado en puerto, por lo
que la imagen no era muy bonita, pero me imaginé alguna noche
sentada en la tumbona y contemplando el estrellado cielo, con el
viento azotándome levemente el cabello...quizá con alguien a mi
lado... Desperté de mi ensimismamiento en cuando mi tío entro en la
terraza.
-Que vistas tan bonitas, Rosa ven, deja eso para luego
-Que vistas tan bonitas, Rosa ven, deja eso para luego
Acto seguido ella entró
en la terraza con un juego de toallas en las manos, cosa que miró mi
tío y en un gesto de resignación se las arrebató y las arrojó
dentro del camarote. Después de esto ambos se abrazaron, él le dio
un beso en la cabeza, ella simplemente se dejó querer.
Al cabo de una hora y
después de que mi tía lo ordenara todo a su antojo, nos reunimos
con los primos de mi tío Enrique en un restaurante del barco, en la
misma planta que la piscina.
Cuando llegamos al
restaurante, ya todos tenían un plato de comida en la mesa, es más
casi lo habían terminado. Así que cogí un plato y me dispuse a
coger algo de bufet libre, al cabo de diez minutos andando de un lado
para otro y mirando la cantidad de comida que había en esa
habitación, me decante por echarme algunos espaguetis en el plato y
algo de salsa de tomate.
Los adultos se habían
sentado en una mesa y los niños en otra, francamente si Carmen no me
hubiera llamado para que me sentara con ellos, seguramente no me
habría atrevido.
-¿Lleváis mucho tiempo aquí?- pregunté para integrarme en la conversación.
-No mucho, sólo unos veinte minutos-me contesto Iván, el mayor de los hermanos de la familia acompañante.
-Realmente, el tiempo suficiente de que Iván haya arrasado con todo el restaurante.
-¿Lleváis mucho tiempo aquí?- pregunté para integrarme en la conversación.
-No mucho, sólo unos veinte minutos-me contesto Iván, el mayor de los hermanos de la familia acompañante.
-Realmente, el tiempo suficiente de que Iván haya arrasado con todo el restaurante.
Todos rieron y aunque
yo no entendí el contexto de la situación, también me eché a
reír.
-¿Es tu primer crucero, Bianca?- me preguntó Carmen
-Si, es la primera vez que viajo en barco, ¿y vosotros?
-Nosotros hicimos uno el año pasado, y coincidimos con Carmen y su familia, que fue cuando nos conocimos- me respondió Iván.
-Imaginate, todo el viaje rodeada de tíos...-Carmen hizo un gesto de burla.
-Pues suerte que tuviste- Iván me miró y se dirigió a mi- el año pasado me pegue todo el crucero presentándole a todos los tíos a la señora se le antojaban, pero este año van a cambiar las cosas, este año ella me las va a presentar a mi-dijo poniendo mucho ímpetu en la palabra “ella”.
-¿Es tu primer crucero, Bianca?- me preguntó Carmen
-Si, es la primera vez que viajo en barco, ¿y vosotros?
-Nosotros hicimos uno el año pasado, y coincidimos con Carmen y su familia, que fue cuando nos conocimos- me respondió Iván.
-Imaginate, todo el viaje rodeada de tíos...-Carmen hizo un gesto de burla.
-Pues suerte que tuviste- Iván me miró y se dirigió a mi- el año pasado me pegue todo el crucero presentándole a todos los tíos a la señora se le antojaban, pero este año van a cambiar las cosas, este año ella me las va a presentar a mi-dijo poniendo mucho ímpetu en la palabra “ella”.
Comimos deprisa,
cogimos las toallas y nos fuimos directamente a la piscina, según mi
tía, mejor ahora que cuando se empiece a hacer la digestión.
La cubierta del barco
superaba las expectativas. Había dos piscinas y en medio de ambas se
encontraban los jacuzzi. Largas filas de tumbonas dejaban rodeadas a
ambas piscinas. En el fondo de la cubierta habían dos escaleras, que
daban a una pequeña cubierta aún más arriba. Carmen y yo subimos
por las escaleras, pues arriba también había tumbonas y las de
abajo estaban todas cogidas.
El barco estaba a punto
de zarpar, por lo que la gente se arremolinó en torno a las
barandillas y comenzaron a despedirse haciendo gestos con los brazos
de la gente que estaba en tierra. Seguramente pocos de ellos serían
familiares de los tripulantes del barco y sólo estaban despidiéndose
de nosotros por puro cachondeo.
Finalmente el barco
zarpó y he de reconocer que pensaba que el movimiento del barco
sería mucho más desagradable, pero si no llega a ser porque estaba
viendo como nos alejábamos de puerto, ni siquiera me habría dado
cuenta de que ya no estábamos anclados.
Carmen y yo nos fuimos
a la piscina, donde nos esperaban los tres hermanos gaditanos; Iván,
Cristian y Jesús junto con el hermano pequeño de Carmen, Lucas.
Era de esperar que como
ellos se conocían desde el año pasado, yo me encontraba un poco más
excluida. Carmen e Iván estaban gastándose bromas el uno al otro,
Cristian estaba haciendo rabiar a su hermano pequeño, y Lucas se
encontraba de aquí para allá hablando con todo el mundo,
ciertamente es un niño muy sociable.
Me subí al bordillo
con la esperanza de que recién mojada me pegara un poco más el sol,
de repente alguien me cogió por el pié y tiró de mi hasta que me
sumergí en el fondo de la piscina. Intenté salir lo más rápido
posible, y cuando asomé mi cabeza por fuera del agua me encontré
con Carmen e Iván riéndose a carcajada limpia.
-Perdona Bianca- se disculpó Carmen- es que estabas tan tranquila ahí que...además Iván me ha estado pinchando para que lo haga
-¡Mentirosa!- se defendió Iván.
-Bien, vale vale, no pasa nada, pero por poco me matas del susto
-Perdón, perdón. Oye mira para allá, pero disimula, mira los chicos que están sentados en las escaleras- me dijo Carmen.
-Perdona Bianca- se disculpó Carmen- es que estabas tan tranquila ahí que...además Iván me ha estado pinchando para que lo haga
-¡Mentirosa!- se defendió Iván.
-Bien, vale vale, no pasa nada, pero por poco me matas del susto
-Perdón, perdón. Oye mira para allá, pero disimula, mira los chicos que están sentados en las escaleras- me dijo Carmen.
Disimuladamente como
Carmen me había indicado miré para allá, en una esquina de la
piscina se encontraban tres chicos, yo diría que más grandes que
yo.
Uno de ellos, el que
parecía más pequeño era rubio y tenía los ojos claros, se me
pareció mucho a Justin Bieber, este estaba metido en el agua.
Luego habían otros dos sentados en el bordillo, uno de ellos era muy
alto, con el pelo medianamente largo y castaño, este le estaba
salpicando con el pié al chico que estaba en el agua. Por último
había otro chico, moreno de piel, con el pelo negro como el
azabache. Cuando me dí cuenta la sangre empezó a bombear
rápidamente en mi corazón, era el chico con el que me choqué en
las escaleras. El sol estaba bañando su ya bronceada piel y he de
reconocer que me pareció incluso más guapo que antes. El no le
echaba cuenta ni a uno ni a otro, tenía la mirada fija en un punto,
en mi.
El sonido de una alarma
me despertó de mi ensimismamiento.
-Es el ensayo de evacuación, por si pasa algo durante la travesía- me indicó Carmen.
-Es el ensayo de evacuación, por si pasa algo durante la travesía- me indicó Carmen.
Algo me había
comentado mi tía, pero con todo el ajetreo se me había olvidado.
Nos dispusimos todos a salir de la piscina y a dirigirnos a nuestros
camarotes a coger el chaleco salvavidas. Cuando me giré para volver
a encontrarme con aquellos ojos oscuros, habían desaparecido.
CAPÍTULO 2
CAPÍTULO 2
Cuando empezó a
anochecer, y después de un largo simulacro que nos llevó casi una
hora, cada uno se dirigió a su camarote para asearse, pues los
horarios de la cena estaban predispuestos y no era conveniente llegar
tarde.
A no ser que se viajara
con una familia numerosa, en la mesa del comedor, te tocaba sentarte
con otra familia, y como en mi lugar tan sólo íbamos mis tíos y
yo, nos asignaron una mesa con otros tres componentes; un matrimonio
con su hija que era unos siete años mayor que yo. Era una familia
muy agradable y culta con la que pasamos muy buenos ratos. Su hija,
Violeta, estaba estudiando la carrera de Biología, que por entonces
a mi me fascinaba pues en un futuro quería doctorarme en esa rama.
Recuerdo el menú, que
cambiaba todas las noches dependiendo de la zona donde nos
encontrábamos, de hecho, la comida más normal que probamos fue esa
noche, pues aun estábamos alejándonos de la Península Ibérica.
Después de comer nos
reunimos con los primos de mi tío que iban acompañados de la
familia de San Fernando. Los adultos decidieron que la mejor forma de
pasar la noche sería en el teatro del barco donde por las noches
había espectáculos y los camareros se paseaban por toda la sala con
bebidas y aperitivos. Sin embargo Carmen e Iván preferían ir a la
discoteca del barco y hasta que sus respectivos padres no los dejaron
ir, no cesaron con las súplicas. Fue más fácil de lo que yo pensé
convencer a mis tíos para que también me dejaran ir.
En cuanto nos dieron el
visto bueno salimos corriendo antes de que cambiaran de idea.
-Iván, espérame, yo también voy- gritaba Cristhian a lo lejos
-Tu que vas a venir, no tienes edad enano, además que yo estoy de vacaciones como para tener que estar cuidando de mi hermano pequeño toda la noche.
-Tengo la misma edad que Bianca y el mismo derecho de ir- finiquitó Cristhian mientras se cruzaba de brazos.
-Iván, espérame, yo también voy- gritaba Cristhian a lo lejos
-Tu que vas a venir, no tienes edad enano, además que yo estoy de vacaciones como para tener que estar cuidando de mi hermano pequeño toda la noche.
-Tengo la misma edad que Bianca y el mismo derecho de ir- finiquitó Cristhian mientras se cruzaba de brazos.
Iván no objetó más
nada, simplemente hizo un gesto con la cabeza de resignación y
siguió hacia adelante. Después de subir como unas cien escaleras,
llegamos a la planta once, donde se encontraba la discoteca. Era un
lugar pequeño en comparación con el teatro donde había dejado a
mis tíos, pero teniendo en cuenta que nunca antes había estado en
un sitio parecido tuve la impresión de que era incluso grande. Era
un lugar semicircular que contaba con una pista de baile en el centro
de la sala, la cual estaba rodeada de mesas y sillones. También
había una gran barra (también semicircular) que ocupaba gran parte
del local.
-Venga Iván, si nos lo presentas, nosotras te presentaremos a quien tu quieras- le prometía Carmen.
-¡Que no!, lo mismo pasó el año pasado, y terminé haciéndote de Celestina todo el crucero.
-Por favor Iván- dijo esto mientras ponía cara de puchero- mira no te gusta...esa de allí, la rubia que lleva bragas en lugar de pantalones- Carmen estaba señalando a una chica que se encontraba en la pista.
-¿Se puede saber que pasa?- pregunté.
-Sé disimulada, mira a los chicos de la barra
-Venga Iván, si nos lo presentas, nosotras te presentaremos a quien tu quieras- le prometía Carmen.
-¡Que no!, lo mismo pasó el año pasado, y terminé haciéndote de Celestina todo el crucero.
-Por favor Iván- dijo esto mientras ponía cara de puchero- mira no te gusta...esa de allí, la rubia que lleva bragas en lugar de pantalones- Carmen estaba señalando a una chica que se encontraba en la pista.
-¿Se puede saber que pasa?- pregunté.
-Sé disimulada, mira a los chicos de la barra
Con todo el disimulo que
pude aparentar giré la cabeza noventa grados hacia la zona de la
barra y entre todo el gran tumulto de adolescentes que se encontraban
en ella divisé una cara que me resultó muy familiar, era el chico
de la piscina y con el que me choqué al subir las escaleras.
-Le estoy pidiendo al zoquete de Iván que nos lo presente pero se niega- al instante de decir esto abrazó a Iván por la espalda y comenzó de nuevo con su súplica- Por favor Iván, por tu vieja amiga...
-¡Esta bien! ¡Qué tía más pesada!
-Le estoy pidiendo al zoquete de Iván que nos lo presente pero se niega- al instante de decir esto abrazó a Iván por la espalda y comenzó de nuevo con su súplica- Por favor Iván, por tu vieja amiga...
-¡Esta bien! ¡Qué tía más pesada!
Y tras decir esto, Iván
se acercó con paso decidido a la barra. Carmen y yo nos quedamos en
la entrada, intentando disimular todo lo que podíamos, como si con
nosotras no fuera la cosa.
Por el rabillo del ojo vi
que Iván estaba intentado llamar nuestra atención para que nos
acercáramos, pero se entiende que con el ruido que había no lo
habíamos escuchado.
-Bueno chicas, ellos son Pablo, Fran y Oliver- nos presentó Iván señalando al chico con el que me choqué en primer lugar- y ellas son Bianca y Carmen.
-Bueno chicas, ellos son Pablo, Fran y Oliver- nos presentó Iván señalando al chico con el que me choqué en primer lugar- y ellas son Bianca y Carmen.
Por encima del gran
alboroto de la música que ahogaba nuestras voces intentamos
presentarnos como pudimos. Carmen ,que era mucho más sociable que
yo, en seguida comenzó a hablar con ellos, yo por el contrario me
reía de los comentarios que hacían unos y otros, pero me faltaba la
fuerza suficiente para hacer alguna clase de comentarios.
-Voy a pedir -dijo Pablo- ¿Qué queréis?
-Un san marco, por favor -contestó Carmen.
-Bianca, ¿quieres algo? -se dirigió directamente a mi lo que me pilló por sorpresa pues habría asegurado que ni siquiera se había percatado de mi presencia.
-Mmm...lo mismo qu-que ella
-Voy a pedir -dijo Pablo- ¿Qué queréis?
-Un san marco, por favor -contestó Carmen.
-Bianca, ¿quieres algo? -se dirigió directamente a mi lo que me pilló por sorpresa pues habría asegurado que ni siquiera se había percatado de mi presencia.
-Mmm...lo mismo qu-que ella
Después de que esas
palabras salieran de mi boca llenas de inseguridad necesitaba
alejarme de allí.
-Carmen, ¿te vienes a la pista a bailar? -pregunté
-Claro que sí, vayámonos.
-Carmen, ¿te vienes a la pista a bailar? -pregunté
-Claro que sí, vayámonos.
Cuando nos dirigimos a la
pista me percaté de Cristhian, que había estado todo el rato a
nuestro lado pero sin articular palabra, se veía que era tan cortado
como yo, o incluso un poco más.
En el momento en el que
pusimos un pie en la pista comenzó a sonar una canción del grupo
Aventura, una salsa. Carmen
bailaba con Cristhian con total confianza, lo que me dio a pensar que
quizá este chico no era tan cortado, simplemente reservado para la
gente a la que no conoce. A pesar de que bailar nunca se me dio bien,
la salsa, desde mi punto de vista siempre ha sido el baile más
sencillo, así que como pude comencé a bailar intentando no llamar
mucho la atención.
-Me tienes que enseñar a bailar así -me susurro una voz al oído.
-Me tienes que enseñar a bailar así -me susurro una voz al oído.
Se
me erizó todo el bello del cuerpo cuando Pablo pasó una mano por mi
cintura e intento imitar mis pasos.
-He de reconocer que soy un pésimo bailarín -dijo riendo y dándome una copa de lo que parecía ser un san marco.
-No te preocupes yo no he salido de Mira quien baila precisamente.
-He de reconocer que soy un pésimo bailarín -dijo riendo y dándome una copa de lo que parecía ser un san marco.
-No te preocupes yo no he salido de Mira quien baila precisamente.
Después
de unos veinte minutos bailando, decidimos que sería una buena idea
salir a la cubierta que nos diera un poco el aire. La cubierta de la
discoteca estaba decorada con algún que otro sofá blanco que
aparentemente no parecía ser muy cómodo.
-¿De dónde sois? -preguntó Carmen.
-Somos de Barcelona -contestó Fran- vosotros sois...de Andalucía si no me equivoco.
-¿Qué te hace pensar eso? -el tono de Iván sonó a enojo.
-La forma que tenéis de hablar...no me mal interpretéis no pienso que seáis unos payasos ni nada de eso, pero se nota en vuestra entonación, sobre todo en la tuya Iván.
-Es que yo soy de Cádiz -se defendió Iván.
-En esa parte tienen una forma muy peculiar de hablar, parece que cantan lo que hablan -me expliqué, aunque por la cara que pusieron no creo que me entendieran bien.
-¿De dónde sois? -preguntó Carmen.
-Somos de Barcelona -contestó Fran- vosotros sois...de Andalucía si no me equivoco.
-¿Qué te hace pensar eso? -el tono de Iván sonó a enojo.
-La forma que tenéis de hablar...no me mal interpretéis no pienso que seáis unos payasos ni nada de eso, pero se nota en vuestra entonación, sobre todo en la tuya Iván.
-Es que yo soy de Cádiz -se defendió Iván.
-En esa parte tienen una forma muy peculiar de hablar, parece que cantan lo que hablan -me expliqué, aunque por la cara que pusieron no creo que me entendieran bien.
Se
estaba tan cómodo ahí fuera que se me olvidó la hora de recogida.
Hacía un viento muy agradable y el agua se deslizaba contra la
armadura del barco haciendo que este se balanceara un poco. El tiempo
pasó volando entre risas, chistes, anécdotas y sobre todo
miradas...cuando quisimos darnos cuenta eran las tres de la madrugada
y nos quedaban apenas cinco horas para poder dormir, pues a la mañana
siguiente comenzaban las excursiones matutinas y, claro está, mis
tíos se habían propuestos hacerlas todas.
Carmen,
Iván, Cristhian y Pablo me acompañaron a mi camarote, de hecho me
dejaron en la misma puerta.
-Mañana tus tíos han quedado con mis padres a las ocho y media para salir -me avisó Carmen- ¿Tú con quien te vas a las excursiones? -le preguntó a Pablo.
-Mis excursiones están pagadas, mis padres preferían un guía, así que os veré cuando todo el mundo llegue de Mónaco -esta vez se dirigió a mi- Buenas noches, te veo mañana.
-Mañana tus tíos han quedado con mis padres a las ocho y media para salir -me avisó Carmen- ¿Tú con quien te vas a las excursiones? -le preguntó a Pablo.
-Mis excursiones están pagadas, mis padres preferían un guía, así que os veré cuando todo el mundo llegue de Mónaco -esta vez se dirigió a mi- Buenas noches, te veo mañana.
Y
tras decir esto los cuatro se alejaron hacia sus camarotes. Cuando
entré en el mio, mis tíos ya estaban plácidamente dormidos, así
que intentando no hacer mucho ruido me puse el pijama y me deslicé
entre las sábanas.
Había
sido un día muy largo y cuando posé la cabeza sobre la almohada me
di cuenta de que realmente estaba muy cansada. Cerré los ojos y pude
oír el suave oleaje que bailaba con el barco.
CAPÍTULO 3
-¡Vamos!¡Arriba!
El sol ya estaba más que a fuera y por
la terraza corría una agradable corriente matutina. Mis tíos ya
estaban prácticamente vestidos y dispuestos a subir al comedor para
desayunar. Apenas había dormido, pero nunca ha sido un gran problema
para mi levantarme temprano, realmente estaba acostumbrada por el
horario del instituto.
-Bianca, nosotros vamos a ir
tirando para arriba, no tardes mucho que a y media nos vamos, ¿Qué
te cogemos para desayunar? -preguntó mi tío Enrique.
-Mmm...algo dulce... -dije mientras
me incorporaba de la cama.
Mis tíos salieron corriendo por la
puerta del camarote y yo me metí en el cuarto de baño para ponerme
un poco decente. El vestirme rápido era pan comido, el problema era
mi espeso pelaje rizado, que terminé solucionando haciéndome una
improvisada trenza.
Tras meter todo lo necesario en mi
mochila, salí disparada de la habitación a reunirme con mis tíos.
El crucero en el que viajábamos estaba bordeando las costas del
Mediterráneo, así que después de partir desde Barcelona, el punto
más cercano era Mónaco.
El tema de las excursiones me ponían
un poco nerviosa, lo cierto es que me agobiaba estar en lugares que
no conocía, a eso hay que añadirle que también tenía miedo de que
el barco zarpara sin nosotros.
Mónaco no fue para nada lo que yo me
esperaba, tratándose de Francia pensé que visitaríamos una ciudad
llena de altos edificios habitada por personas que te miran por
encima del hombro, pero para mi asombro cuando bajamos del barco y
llegamos al puerto de la ciudad me encontré con una ciudad
desnivelada llena de color. Grandes montañas pobladas de casas se
alzaban ante nuestra vista. Había una pequeña cala que en lugar de
arena estaba cubierta por pequeñas piedras. Con la calor que hacía,
francamente daban ganas de meterse en ese agua tan calmada.
-Cuando dejemos a los niños en el
barco podemos volver luego a tomarnos algo a la playa- sugirió
Pedro.
-De eso nada, no sin mi- le
discutió Carmen.
A mi, por otro lado, me gustó la
sugerencia de Pedro, estaba deseando volver al barco.
Comenzamos a andar colina arriba y el
paseo se hizo interminable. Anduvimos aproximadamente unas tres horas
sin descanso, haciendo fotos por aquí y por allá. Mónaco cada vez
me iba pareciendo más y más hermoso. Una ciudad con vistas al mar
por todos lados y donde además los ciudadanos no eran ni mucho menos
un estilo a los estirados franceses.
-Bianca, este año has estado
estudiando francés, ¿Por qué no intentas hablar con alguien?-mi
tía y su gran ahínco de que viajara al extranjero.
-¿Y qué pregunto? ¿A quien?
-No sé... mira aquel hombre de
allí- señalaba a un hombre mayor con bigote blanco- preguntale...
la hora.
Me encaminé hacia el hombre, cuando
giré la cabeza para que mi tía me diera seguridad me encontré con
la mirada de mis once acompañantes, que por sus expresiones, daba la
sensación de que estaban esperando a que la pifiara.
Cuando me encontré a apenas un paso de
aquel hombre bonachón, tomé aire y sin pensarlo hablé.
-Excuse moi, Quelle heure
est-il?.
-Mmm...la
una...- dijo señalando en número uno con un dedo.
-Merci.- dije
siguiendo en mi papel de francesa.
Rápidamente me
volví, sabiendo que a tres metros tenía a once personas riendo a
carcajada limpia de mi gran ojo a la hora de captar a un francés.
Increíble, miles de personas que hablan francés están pasando a mi
lado continuamente y yo voy a preguntarle al único español que
había en cinco kilómetros a la redonda. Si lo intento no me sale.
-Bueno,
francesa quizá no, pero eres una gran actriz- dijo Ivan, que no
sabía si pretendía consolarme o seguir burlándose de mi. Opté
por lo segundo.
Seguimos caminando,
y durante una hora más tuve en el oído a los moscardones de Ivan y
Cristian remeándome. Durante el camino cada uno iba a lo suyo, Pedro
y Enrique estaban discutiendo sobre el Sevilla F.C y el Real Betis
Balompié. Mi tía Rosa, Ángeles y Marga se reían continuamente y
señalaban al marido de Marga, Alberto, que estaba jugando con los
dos pequeños, Lucas y Jesús. Ivan y Cristian seguían con sus
bromas cansinas que llegado el momento sólo les hacía gracia a
ellos. Por otro lado Carmen y yo simplemente andábamos y mirábamos
para todos lados como dos curiosas.
Después de
andarnos todo Mónaco a pié, decidieron que ya era hora de volver al
barco y Pedro seguía en su insistencia de regresar a la playa hasta
las siete que zarpara el barco.
Durante la vuelta
todo continuó igual, cada uno a lo suyo, solo que esta vez Ivan y
Cristian pararon con la broma, lo que fue un gran alivio para mis
delicados oídos.
-Lo bueno es
que a Carmen solo la vamos que tener que aguantar hasta que
lleguemos a Túnez- dijo Ivan como el que no quiere la cosa.
-¿Por qué
dices eso grandísimo invecil?
-Porque te
cambiaremos por un camello y adiós al sufrimiento.
Así era las
veinticuatro horas del día, a Ivan le gustaba escuchar a Carmen y a
ella...bueno supongo que estaba acostumbrada a ese humor tan raro que
desprendía él.
Cuando llegamos a
puerto para el embarque, en la misma puerta que nos conducía al
interior del barco había un hombre con una cámara de fotos que nos
ofreció hacernos una por familia, pues los doce no cabríamos en la
pantalla (broma que a mi personalmente no me hizo gracia). Primero se
colocaron Marga, Alberto y sus tres hijos, Ivan, Cristian y Jesús.
Después pasaron Angeles y Pedro junto con Carmen y Lucas, y
finalmente mis tíos y yo.
Aun faltaba mucho
para que el barco zarpara, por lo que cediendo a la petición de
Pedro, los adultos marcharon hacia la playa, dejando a Ivan y Carmen
al mando de los más pequeños (incluida yo). Rápidamente todos se
perdieron, y Carmen tampoco mostró mucho interés por encontrarlos,
así que preferimos irnos a la piscina y aprovechar las horas de sol
que quedaran.
Un chico de pelo
rubio y ojos claros se nos quedó mirando desde la otra punta de la
piscina, en ese momento lo conocí, era Oliver, el amigo de Pablo.
Carmen le hizo un efusivo gesto con los brazos, así que Oliver
definitivamente se decidió a acercarse.
-Me estaba
asegurando de que erais vosotras- dijo mientras ponía la toalla
sobre la maca.
-Que pronto
habéis llegado, tenía entendido que ibais con un guía.
-Y así es,
pero las excursiones con los guías son más caras y más cortas, en
fin yo no pago y me gusta más estar en el barco.
<Que considerado
por tu parte> pensé.
-Tomad los san
franciscos chicas, la próxima vez os levantáis vosotras- Ivan
acababa de llegar
-Tu siempre tan
servicial- por supuesto no pudo faltar el gancho de Carmen.
-¿Dónde está
Pablo?- le preguntó Ivan a Oliver.
-Me dijo que
ahora subía, que le fuera cogiendo sitio.
Mi cuerpo,
peligrosamente inteligente, agudizó el oído para obtener toda la
información que pudiera sacar de esa conversación. Afortunadamente
o por desgracia, la conversación se quedó ahí, (la parte que a mi
me interesaba) y comenzaron a discutir sobre fútbol, en ese momento,
mi cerebro se transladó automáticamente a otro mundo. Al ser una
hora en la que se debería de estar disfrutando de la ciudad en la
que el barco se encontraba anclado, apenas había niños pequeños
por cubierta, por lo que el tema de los gritos, de las salpicaduras y
todo lo que conlleva tener a pequeñines por alrededor quedaba
suprimido, y de esa forma era más fácil sumirse en una tranquilidad
completa, sólo el sol y yo.
-Tío mira, lo
ha triunfado.
Instintivamente
abrí los ojos, y vi que por la puerta entraba Pablo acompañado de
tres chicas (unos...cuatro años más pequeñas que él). <Que
mono> pensé <haciendo de canguro>
-Hola chicos,
ellas son Deborah, Lara y Susana, son de Madrid.
A Oliver le habría
faltado un trampolín para coger impulto, pero sin trampolín y sin
nada, se levantó con un entusiasmo nada que ver con el que se
levantaría los días de colegio por las mañanas.
-Hola chicas,
yo soy Oliver- dijo mientras besaba las mejillas de cada una de
ellas.
-Ellos son;
Carmen, Ivan y Bianca- prosiguió Pablo con las presentaciones.
Los tres hicimos un
gesto de saludo con las cabezas, pero ninguno dijo nada. No sólo
parecían cuatro años más pequeñas que todos nosotros, sino que
además se comportaban como tal, todo el alboroto que habrían hecho
diez niños pequeños, lo hicieron ellas tres solitas en cuanto se
metieron en la piscina.
-¿Qué?
¿haciendo actos caritativos?. No sabía que fueras niñero- espetó
Carmen con bastante ironía.
-Anda calla, me
las he encontrado en el vestíbulo cuando entrábamos al barco y
desde entonces no me las puedo quitar de encima.
-Ya ves tu
problema- fue un susurro, muy leve, pero se escapó de mi boca sin
que mi parte racional pudiera hacer nada para evitarlo.
-¿Estas
celosa?
<Pero de qué va
este tío>
-Si, ya
quisieras- y acto seguido me levanté de la tumbona y me tiré a la
piscina.
Empecé a nadar,
sin pensar en nada, sólo nadaba, no quería pensar en el tío tan
pedante que estaba sentado a solo siete metros de mi, ni en las tres
chicas que habían entrado con él. Nadé hasta que me dolieron los
brazos, después descansé, y apoyé los brazos en el bordillo
mientras que movía los pies deliberadamente. Alguien se zambulló en
la piscina, y sin ningún disimulo por cierto, era Ivan, que
adoptando mi misma postura intentó ponerse serio por primera vez
desde hace dos días que lo conocí.
-Esto...Bianca,
esta noche hay una especie de fiesta Hawaiana, será aquí
mismo en la cubierta, y tenemos que ir con pareja...así que bueno,
supongo que no te habrán invitado...
-Quizá me
arrepienta de preguntar esto pero...¿por qué se supone que no me
deberían de haber invitado?- si, cuidado, es una pregunta trampa.
-No, no, no no
me mal interpretes, es sólo que has estado todo el día conmigo y
no he visto que se te acercara nadie, a no ser que Oliver en mi
ausencia te lo haya pedido...
<Te libras por
esas>
-No Ivan, no me
lo ha pedido nadie, pero...quizá es meterme donde no me llaman,
creo que tu realmente no quieres ir conmigo, ¿o me equivoco?.
-¿Por qué me
dices eso?- de repente parecía nervioso.
-Sabes
perfectamente porque lo digo- señalé con la cabeza a Carmen- mira
Ivan conmigo también se han metido continuamente niños en el
colegio y ya he aprendido que no es por el don de la discordia (que
hay quien lo posee), creo que deberías de ser valiente, y pedírselo
a ella, aunque no le desveles más nada, pídeselo sólo como
amigos.
-Yo...Bianca no
sé que decirte...
-No me digas
nada anda, ve corre, antes de que se te adelante alguien.
Ivan me dirigió
una sonrisa de gratitud, acto seguido salió de la piscina y se tumbó
en una maca al lado de Carmen. Yo, por mi parte, seguí a lo mío,
intenté hacer algunos largos más, pero después de la dura caminata
matutina, de lo poco que había dormido y de los ocho largos
anteriores, mis brazos se negaban rotundamente a moverse, y
francamente yo no les culpaba. De nuevo se zambulleron en la piscina
con la misma poca delicadeza, de nuevo Ivan.
-Ven conmigo
esta noche por favor, Carmen me ha dicho que ya tiene pareja.
-Vaya...si
claro yo iré contigo. Oye Ivan no te preocupes, seguramente sólo
ha aceptado por compromiso.
-Ya ves si a mi
me da igual.
Haciendo caso omiso
a la gran mentira que acababa de soltar mi acompañante por la boca,
salí de la piscina y volví a ocupar mi lugar en la tumbona, que
ahora también se encontraba vacía a los alrededores. Me tumbé boca
abajo y me desabroché el nudo de la parte de arriba del bikini para
evitar que se quedaran marcas. Cosa que nunca he entendido porque ya
te tienes que poner un vestido muy bajo por la espalda para que se
note, pero bueno observaciones personales.
Noté la presencia
de alguien a mi lado.
-Por fin has
salido del agua, ¿te gusta nadar o solo lo hacías para evitarme?.
-Seguramente no
te gustará escuchar la respuesta- sabiendo de la persona que tenía
al lado intenté abrocharme el lazo de nuevo sin necesidad de
levantar el torso más de la cuenta, pero fue inútil.
-No hace falta
que te lo abroches, tampoco voy a ver nada que no haya visto ya
antes.
<Asqueroso
pedante de mierda>. Para evitar disputa, me enrollé la toalla al
cuerpo y me levanté de un salto, no prendía mantener esa
conversación.
-¡Bianca!, te
dejas la tarjeta de tu camarote, dudo mucho que puedas entrar si no
es con ella.
<¡MIERDA!>.
Me volví hacia donde el permanecía para cogerle la tarjeta de entre
los dedos, pero como supuse, no me dejó.
-Te importaría
dármela, necesito ir a ducharme para arreglarme para esta noche.
-¿Acaso tienes
algo importante que hacer?
-Pues si, ahora
si no te importa- intenté cogerle la tarjeta de nuevo pero otra vez
esquivó mi mano.
-¿Y se puede
saber con quien?
-No- le sonreí-
¿me la puedes dar?
-¿Cómo se
piden las cosas?
<Lo mato>
-Pablo, te
importaría devolverme la tarjeta por favor, tengo prisa.
-¡Qué
sorpresa! Pero si te sabes mi nombre. ¿No me vas a decir con quién
vas?
-Voy con Ivan.
Pablo ladeó la
cabeza hasta encontrar a Ivan, después me miró a mi y sonrió.
-Vale, pues te
veré esta noche, preciosa.
Iba a rebatirle y
ha decirle por primera y última vez que no me llamara así, pero
tenía demasiadas ganas de salir de ahí y lo que saliera de mi boca
no iba a sonar muy creible, así que rápidamente me dí la vuelta y
salí corriendo.
CAPÍTULO 4
Durante la cena apenas tenía ganas de comer, estaba
nerviosa, mi cabeza se trasladaba de un lado a otro continuamente, por un lado
no sabía como la relación con Pablo había
llegado a ese extremo, en fin, hace sólo un día me había acompañado
hasta mi camarote, y sin embargo aquella tarde sólo había dejado ver su carácter pedante y egocéntrico. Además,
por otro lado, esa noche tendría la primera cita de mi vida, y sería con una
persona por la que no siento nada ni ella por mi tampoco…Genial.
Así que, después de cenar, junto con mis tíos, fuimos a
buscar a los demás, que se estaban tomando un coctel en uno de los bares en los
que no permitían entrar a menores de edad. Me sentía muy rara con aquel traje
ajustado y además era consciente que no podría dar ni dos pasos sin tener un
tropezón, pues si mis pies no son capaces de coordinarse bien con pantalones,
con un vestido que más bien parecía una segunda piel, menos.
Carmen estaba espectacular, llevaba su pelo rubio recogido
en una trenza perfecta, una blusa blanca y una mini falda que dejaba ver sus
larguísimas y finas piernas. Ivan también estaba muy elegante, vestía unos
vaqueros arreglados y una camisa a rayas verticales en azul y blanco.
Dejando a los adultos a lo suyo, Cristhian, Carmen, Ivan y
yo nos dirigimos a cubierta, donde Ivan había quedado con los demás.
- - Adelantaos vosotros, yo tengo que esperar a mi
acompañante- dijo Carmen.
- - Como quieras- diciendo esto, Ivan me cogió de la
mano y seguimos subiendo escaleras.
Me resultaba muy rara la reacción de Carmen. ¿Por qué le
habría dicho que no a Ivan?, desde mi punto de vista estaba bastante claro lo
que sentían mutuamente, y Carmen no se veía una personas especialmente
orgullosa.
La cubierta estaba deliciosamente decorada, había fuentes y
fuentes de chocolate derretido acompañado por unos palillos que contenían
fruta; naranjas, fresas, plátanos…, además, de las barandillas de la zona
superior habían colgado unas pequeñas lámparas redondas de tela. Había un
ambiente muy romántico, poco acorde con mi situación, pero mejor eso que estar
sola. Sonaba bachata, lo que me dio a
pensar si el DJ sería ecuatoriano o
de América del Sur. Las parejas se juntaban y bailaban, reían, a algún que otro
hombre se le resbalaba un poco la mano hacia el trasero de la chica, pero o
bien ella no se daba cuenta o tampoco le importaba mucho. Sabía que debía de
coger a Ivan e invitarlo a bailar, pero había una situación algo incómoda, pues
él no paraba de mirar por la puerta (a ver si aparecía Carmen, supuse) y yo,
por mi parte tampoco estaba muy pendiente de bailar, mis ojos se paseaban de
popa a proa buscando a algún chico alto de pelo negro con ojos profundamente
penetrantes.
- - ¿Quieres algo de beber?- Ivan me sacó de mi
ensimismamiento.
- - No, gracias, hoy he bebido demasiado gas durante
la cena- respondí, pero en seguida supe el porqué de su amabilidad, Carmen se
encontraba al lado de la barra con Fran, el otro amigo de Pablo.
Aun a pesar de mi negativa, Ivan se dirigió a la barra y
saludó a Fran como si realmente no
quisiera darle tal paliza que no se reconociera ni en el espejo.
El dulce olor a chocolate inundó mi nariz, cada vez se hacía
más evidente.
- - ¿No te gusta?
Pablo sostenía ante mi cara un palillo que llevaba fresas
con chocolate.
- - No es algo que me entusiasme mucho, francamente.
- - Entonces, ¿qué cosas son dignas de tu
entusiasmo?
De alguna manera mi cara adoptó el tono rojo carmesí que
vestía la rubia que bailaba de forma tan provocativa con un hombre unos diez
años más mayor que ella.
- - Poca cosa- decidí por volverme y darle la cara.
- - Estas preciosa, aunque supongo que tu
acompañante ya se habrá encargado de decírtelo, ¿no?- dijo en tono de sorna.
- - Pues sí, unas mil veces en lo que llevamos de
noche, y apenas son las nueve y media.
<Así se hace, dale a probar de su propia medicina>.
Adopté una postura desafiante, poniéndome las manos en la cintura e irguiendo
mi espalda para alcanzarle al menos a los hombros.
- - Vaya…quién lo diría- dijo sonriendo y se volvió
a dejar el pincho de frutas sobre la mesa.
- - ¿Y tu pareja?- Mierda, esas palabras salieron
solas de mi boca.
El río y se pasó la lengua por los dientes.
- - Se estará arreglando, ya sabes cómo sois las
mujeres, que te voy a contar.
- - Ya veo, voy a tomar algo, te veo luego.
Y con paso firme me di la vuelta y anduve tranquilamente
(pero contoneándome lo máximo que mis torpes piernas me dejaban) hasta la barra
donde Ivan seguía manteniendo esa gran sonrisa falsa en la cara, mientras
Carmen por otro lado tenía una cara de completa satisfacción.
- - Vale,
Malévola, ¿qué has hecho?
- - ¿Moi?-
dijo poniendo una mano sobre el corazón- me ofendes.
La miré como mira una madre a su hija después de que haya
usado sus pinta labios para hacer un dibujo artístico y la cogí del brazo para
ir a la pista de baile.
- - ¿Por qué le has dicho que no a Ivan?
- - Porque ya tenía a otra pareja, ¿no es evidente?-
diciendo esto intentó alejarse de mi bailando.
- - No- dije mientras la cogía por un brazo- para mí
no lo es. Le has dicho que no para probar cómo reaccionaba si te ve con otro.
- - ¿Y qué si es así?
- - Pues que ya has visto que está celoso, ya puedes
decirle al otro que ha sido todo una broma y bailar con quien realmente quieres
bailar, tú que puedes.
Carmen me miró con cara de póquer, después miró hacia donde
los dos chicos hacían un esfuerzo sobrenatural por mantener una sonrisa
cordial.
- -
Oye mira tienes razón, pero ahora no puedo dejar
a Fran tirado, entiéndelo- ahí estaba la cara de cordero degollado.
Alcé las manos en señal de derrota y juntas caminamos hacia
la barra para reunirnos con nuestras parejas.
- - Ivan , me apetece bailar un poco, ¿vienes?- le
dije con el objetivo de quitarlo de ahí en medio.
Él no contestó, pero se dio la vuelta y cogiéndome de la
mano nos dirigimos donde los demás bailaban. Sonaba” y si fuera ella” de Alejandro Sanz. Ivan colocó las manos
vergonzosamente en mi cintura y torpemente comenzó a moverse. Era evidente que
no estaba ahí bailando conmigo, sino a diez metros, donde Carmen y Fran reían
tontamente.
- - Ivan, por favor deja de amargarte por esta
tontería, no merece la pena.
Ivan asintió con la cabeza, pero sólo fue un gesto físico,
pues en su interior seguían esos pensamientos rebotando en las paredes de su
cerebro, o peor aún, de su corazón.
- - Llevo desde el año pasado intentado tener una
conversación con Carmen fuera de las bromas y de los piques, pero cuando me
acerco a ella me pongo muy nervioso y termino por decir alguna tontería, es
normal que no haya reparado en mí, soy el bufón del grupo.
- - No, Ivan no pienses así, tienes una personalidad
encantadora, Carmen sabe apreciar todo esto. Pero acepta un consejo y habla con
ella, quizá los dos sentís lo mismo, pero podéis pasar toda la vida así, con la
incertidumbre de saber que siente la otra persona.
Ivan paró de bailar secamente y me dio un abrazo.
- - Gracias por haber aceptado venir conmigo esta
noche, habría sido patético presentarme aquí sólo.
- - Gracias a ti por invitarme, más patético habría
sido que una chica viniera sola. Créeme.
A lo lejos me percaté de la presencia de Pablo que ya no
estaba solo, una de las chicas que entraron esa tarde con él lo tenía cogido
del antebrazo, la más alta de las tres. Sí, también más alta que yo.
La noche transcurrió entre risas y bailes. Noté cómo algunas
miradas de Carmen e Ivan se mezclaban entre el gentío. Oliver por su parte,
llegó con una de las rubias del trío y Cristhian que había quedado sin pareja
bailó con la última durante toda la noche, francamente esa era la que se veía
más simpática y humana de las tres.
- - Susana- un hombre mayor se dirigió a la
acompañante de Pablo- ¿no te he dicho que a las once y media te quería en el
camarote?
- - ¡Dios! Papi se me ha ido la hora, perdóname- le
puso ojitos a su padre- déjame quedarme un poco más, que mis amigos se van a
quedar hasta más tarde.
Su padre paseó la mirada por nuestro círculo, después posó
los ojos durante unos largos segundos sobre Pablo.
- - Susi si quieres quedarte baja al camarote y
habla con mamá, yo ya me lavo las manos.
Susana le hizo un gesto de aceptación a su padre con la cabeza,
y cuando este se dio la vuelta, ella se agachó y le dijo algo a Pablo al oído.
Después de esto marchó tras su padre que la estaba esperando en la entrada.
Por fin, Carmen se
decidió a levantarse y a invitar a Ivan a bailar, que como si el tiempo le faltara
se levantó rápidamente y agarró a Carmen de la cintura. Era una autentica
escena romántica el baile de ambos enamorados. Ivan ya no bailaba con
movimientos torpes, todo lo contrario, parecía como si estuvieran flotando en
el aire y sólo el cambio en las notas hacía que los amantes cambiaran de
posición o de pasos. Sin saber cómo ni por qué mis ojos se llenaron de
lágrimas, y antes de que alguien se diera cuenta me levanté y subí las
escaleras hacía la cubierta superior haciendo cómo si me llamaran por teléfono.
Allí arriba en aquella terraza solitaria, me asomé por la barandilla y
contemplé lo que con seguridad sería uno de los paisajes más hermosos que vería
en mi vida. Lo cierto es que una gran oscuridad lo inundaba todo, pero el hecho
de saber que ante mí se extendía todo el mar Mediterráneo hizo que se me
erizara el bello de la nuca. Una mano se dejó caer sobre mi cintura y otra se
posó sobre la barandilla, al lado de la mía.
- - ¿Quién era?- Me encontraba encerrada entre los
brazos de Pablo.
- - Mi madre- respondí intentando que mi llanto no
quebrara mis palabras.
- - Ya…o sea
que tú me estás diciendo que en pleno mar abierto, tú estabas hablando con tu
madre por teléfono… ¿qué compañía tienes?- sí, la sorna era más que evidente en
su tono de voz.
Para qué contestar, era preferible seguir acomodándome en
sus brazos, disfrutando del leve silencio que se había creado entre los dos.
Una canción comenzó a sonar por los altavoces, “si tú te atreves” de Luis Miguel. Pablo se alejó un poco de mí y
cuando ya creía que se iría, me sujetó con más fuerza de la cintura y me giró
para que quedara de cara a él.
- - ¿Bailas?- me miraba con sus hermosos ojos
oscuros, penetrantes y cautivadores.
Asentí levemente con la cabeza. Suavemente posó sus
masculinas manos sobre mi cintura y mis brazos subieron lentamente hasta rodearle el cuello. Nos movíamos con pasos lentos pero seguros, generalmente
resultaba ser un peligro en un baile de esta clase, pero con él todo era
diferente, apenas me costaba coordinar mis pasos con los de la música, hasta
que finalmente me di cuenta de que era él quien me guiaba. No podía apartar mi
mirada de sus ojos cautivadores que me miraban sin perder detalle de mis
reacciones. Cuando rompió el estribillo, los pasos se hicieron más intensos y
nuestros cuerpos se pegaron aún más. Cerré los ojos, sintiendo el calor que
emergía su cuerpo y la perfección con la que encajábamos el uno con el otro.
- - Abre los ojos, me gusta ver tus sentimientos a
través de tu mirada, eres como un libro abierto…
Poco a poco abrí los ojos cediendo a su petición y lo
primero que encontré fue un rostro perfectamente definido sonriéndome con un
brillo que nunca antes había visto en sus ojos. Adoptando una posición de
bailarín profesional, Pablo me echó hacia atrás mientras me sostenía poniéndome
una mano en la espalda y otra en la cabeza, donde sus dedos quedaron enredados
en mi pelo. Muy lentamente se fue acercando a mí, nuestros rostros se
encontraban cada vez más próximos, tanto que podía saborear el dulce aroma que
emergía de su boca. A pesar de que deseaba con todas mis fuerzas cerrar los
ojos y dejarme llevar, no podía apartar mis ojos de los suyos. Sólo nos separaban cinco escasos centímetros.
El corazón me latía deprisa y noté como en los pómulos se concentró toda la
sangre de mi cuerpo.
- - ¡Bianca!- Camen subía corriendo las escaleras.
Pablo y yo nos incorporamos rápidamente.
- - ¡Dios mío! Te he buscado por todas partes-
Carmen se acercó a nosotros a paso ligero.
- - Tranquila estoy aquí, no me he tirado por la
borda ni nada de eso.
Carmen paseó la mirada divertida entre los dos, sabiendo que
había interrumpido lo que seguramente habría sido el momento más romántico de
mi vida.
- - Perdona, sólo era para decirte que tus tíos
están abajo con mis padres y quieren que nos
vayamos ya a dormir para que mañana rindamos mejor en la excursión.
Pablo me miró, y después miró a Carmen, que tardó en
entender el mensaje de <Lárgate>. Cuando Carmen bajaba las escaleras
Pablo me tomó por la barbilla y acercándose a mi me dio un casto beso en la
frente.
- - Hasta mañana preciosa.
Y diciendo esto, se
dio media vuelta y bajó las escaleras desapareciendo de mi campo de visión.
Tardé unos instantes antes de recomponerme completamente, después de estar
segura de que el rubor había abandonado completamente mis mejillas, me dispuse
a reunirme con mis tíos, con quienes me fui al camarote y me sumí en un
profundo sueño.
CAPÍTULO 5
Íbamos en el tren de camino a Pisa. La mañana había
amanecido radiante y soleada. Demasiado soleada. Carmen se dedicaba a pegar
cabezadas en el hombro de su hermano, quien ya molesto, se dispuso a quitarse
de su lado. A decir verdad, Carmen no era la única persona somnolienta del vagón.
La mayoría de los pasajeros apenas eran capaces de mantener la cabeza derecha,
de hecho uno de ellos llevaba puesto un antifaz de noche. Pero quién soy yo
para juzgar a un italiano.
El calor se intensificó aun más cuando bajamos al andén, que
se encontraba a pleno cielo abierto. Los rayos de sol obligaron a Carmen a
abrir los ojos por fin. Rápidamente nos separamos en un rincón del andén hasta
esperar que la multitud pasara, acto seguido nos dispusimos a visitar la Torre
de Pisa.
Después de mucho andar, llegamos a un arco de piedra enorme, detrás de este
había un gran claro de césped, del que se levantaban tres grandes monumentos;
un edificio circular con una gran cúpula, otro más adelante mucho mayor que el
primero y al final se encontraba la gran Torre de Pisa. Alrededor del claro
había una serie de puestos ambulantes donde los visitantes estaban
comprando los suvenires. Había artículos
de lo más curioso, desde camisetas hasta una réplica de la torre que se movía
con música.
- - ¿Anoche qué?, eh- Carmen me sacó de mi
ensimismamiento.
- - Anoche nada- la miré con recelo- nada de nada.
<<Gracias a ti>>
- - Venga va, no me mientas, tengo ojos- comenzó a
clavarme el dedo índice en las costilla de forma reiterada.
- - No pasó nada, sólo hablábamos.
- - Una postura un poco incómoda para hablar, ¿no?
Si las miradas matasen, la que yo le eché a Carmen la habría
dejado petrificada en el sitio.
- - Y tú con Iván , ¿qué?
- - Pues nada, bailamos y…nada.-Carmen comenzó a
andar dándome la espalda.
<<En fin, para que insistir>>
Ángeles y mi tía Rosa hacían fotos por doquier. Había una
estampa muy graciosa, y es que cada uno de los visitantes se estaba haciendo la
peculiar foto agarrando la famosa torre, (aunque ya las técnicas se habían
modernizado y las fotos estaban hechas desde diferentes posturas).
Allí, tumbada en el césped bajo la sombra que se proyectaba
desde uno de los edificios principales, poco me faltó para quedarme dormida. La
noche anterior había sido… ¿cómo clasificarla?...probablemente la palabra sería
intensa. Me encontraba aturdida y
confundida, de hecho el pensamiento que permaneció durante toda la mañana en mi
cabeza era que Pablo me había tomado por tonta y se estaba burlando de mí. Por
lo menos le serviría de entretenimiento. Sin poder evitarlo una imagen se había
instalado en mi cabeza, y es que sólo me hacía falta cerrar los ojos para
volver a sentir la proximidad que Pablo y yo experimentamos la noche anterior. Aún
sentía sus ágiles pasos conduciéndome en el baile y sus fuertes y decididas
manos posadas sobre la parte baja de mi espalda. Cada vez que esto venía a mi
cabeza, una extraña sensación crecía en lo más profundo de mi ser y casi sin
poder evitarlo comenzaba a sonrojarme.
Con ese único pensamiento en mi cabeza la jornada matutina
pasó deprisa, y antes de que me diera cuenta ya estaba de vuelta en el barco,
tumbada en una tumbona de la cubierta al lado de Carmen. Los hermanos gaditanos
correteaban de arriba para abajo chocándose con todo aquello que se cruzaba en
sus caminos. Iván, en un intento desesperado por zafarse de sus hermanos los
empujó a la piscina y luego corrió hacia una tumbona situada en nuestro lado
gritando como un niño pequeño “¡casa,
casa! “.
Intenté hacer caso omiso, pero era demasiado evidente que
Iván y Carmen querían un poco de intimidad, así que excusándome para ir al baño
me levanté de mi asiento. Entré en el interior del barco y comencé a bajar
escaleras hasta la planta décima para poder acostarme un poco en la cama.
Realmente no era un cansancio físico el que invadía mi cuerpo, más bien se
trataba de un cansancio psicológico. ¿Por qué Pablo poseía esa gran bipolaridad?
¿Era sólo conmigo? ¿Qué tiene con la tal Susana?...demasiadas preguntas, la
cabeza me iba a estallar.
Alguien se interpuso en mi camino y sin que me diera cuenta
me pasó un brazo por los hombros.
- - ¿Me buscabas? – Pablo tenía esa sonrisa que
hacía que me temblaran las piernas.
- - Eres un poco egocéntrico, ¿no crees?
Haciendo cómo si no estuviera saqué la tarjeta de la
habitación del bolsillo para introducirla en la extraña cerradura alargada.
- - Perdona, ¿querías algo? –le pregunté adoptando
casi un tono impertinente.
Él seguía con su gran sonrisa de satisfacción en el rostro,
lo que me sacaba de mis casillas. No sé cómo ni por qué pero Pablo sabía cómo
ponerme nerviosa, y lo peor de ello es que le complacía hacerlo.
- - Absolutamente nada. Muy bonito tu bikini – me dijo
señalando la parte de arriba del conjunto con la mirada.
De nuevo toda la sangre de mi cuerpo se concentró en mis
mejillas, y como si de un acto reflejo se tratara me tapé inmediatamente con
las manos. Un segundo después de hacer tal gesto me di cuenta de lo ridícula
que debía de resultarle en ese momento.
- - Muy amable, gracias.
Definitivamente abrí la puerta de la habitación y dejé la
tarjeta en el interruptor de la luz. En ese mismo momento recordé que mis tíos
se habían ido a una cesión de masajes que habían contratado. <<Por favor que cuando me gire se haya
ido, por favor, por favor…>>. Lentamente me giré. Mis suplicas no habían
servido para nada. Allí estaba. Triunfante como un niño al que le acaba de
decir su madre que no es necesario que ese día vaya al colegio.
- - ¿No me vas a invitar a pasar?
<<Para qué resistirme>>
- - Pasa por favor – y haciéndome a un lado le dejé
pasar.
Lo cierto era que esa situación me ponía bastante nerviosa.
Pablo apenas echó un vistazo a la habitación. Me miraba a mí y a mis torpes
pasos. De hecho no me extrañaría que se hubiera dado cuenta que en ese momento
tenía el pulso de las manos como para robar panderetas.
- - Una habitación muy bonita, ¿duermes ahí? – dijo señalando el sofá que se
encontraba al lado de la cama de matrimonio.
- - Sí, es un sofá cama, de hecho cuando se abre es
bastante más grande, cabrían perfectamente dos personas.
Pablo volvió a sonreír, y no, no me gustaba para nada esa
sonrisa.
- -
Siéntate, voy a coger una camiseta limpia.
En lugar de acceder a mi propuesta, Pablo se dirigió a la
puerta de cristal que se encontraba en el fondo de la habitación, la que daba a
la terraza.
- - ¿Puedo? –me preguntó con la mano puesta en el
pomo de la puerta.
Le hice un gesto de aceptación con la cabeza e
inmediatamente le seguí a fuera. Lo cierto era que entre una cosa y otra,
apenas había tenido tiempo para disfrutar de la maravillosa terraza. No era un
espacio especialmente grande, de hecho era bastante acogedor e íntimo. Pablo
apoyó los codos en la barandilla y perdió la vista en el horizonte como si de
una estatua egipcia se tratara. El viento le alborotaba su ya despeinado pelo negro
y gracias al sol de levante pude apreciar el perfecto perfil de Pablo que se
encontraba recortado por los rayos que dejaba traspasar su figura. Ahí, con esa
postura de contraposto parecía un autentico dios griego. Yo le imité y me
coloqué a su lado para observar el despejado paisaje que se abría paso ante
nuestros ojos. Pablo comenzó a girar la cabeza y no tardé en darme cuenta de
que me estaba mirando.
- - ¿Qué? –le pregunté.
El sonrió y ladeando la cabeza volvió fijar la vista hacia
el frente.
- - ¿Tú no ibas a coger una camiseta? ¿O es que te
ha gustado tanto el piropo que estas esperando a que te diga otro?
<<Arrogante>> Sin posar la mirada en el me
dispuse a salir de la terraza cuando su fuerte brazo me rodeó completamente por
la cintura.
- - Ven aquí tonta, que te lo decía de broma.
- - ¿Sabes que el noventa por cierto del tiempo que
pasamos juntos tengo ganas de tirarte por la borda?
Él rió echando la cabeza hacia atrás.
- - Lo sé preciosa, lo sé. –me agarró con las fuerza
por la cintura pero esta vez con ambos brazos- ¿Por dónde nos quedamos ayer?
No supe que hablar ni que decir. Simplemente lo miraba. Otra
vez esos ojos marrones y penetrantes me miraban sin perder detalle de las emociones
que pasaban por mi rostro. Tímidamente posé mis manos en sus firmes pectorales,
que para mi asombro subían y bajaban nerviosamente. La mano de Pablo ascendió
levemente por mi espalda y después bajó, provocándome una deliciosa sensación
de cosquilleo. Sus brazos se adhirieron con más fuerza sobre mí, tanto que
nuestros cuerpos estaban completamente unidos. No pude aguantar más la
situación y mis ojos se cerraron dejándose llevar por los acontecimientos. En
ese momento, Pablo comenzó a aminorar la fuerza de sus brazos y cuando abrí los
ojos me encontré con un rostro confundido e incluso triste.
- - Tengo que irme –Pablo se alejó de mi en
dirección a la puerta- te veo esta noche.
En menos de veinte segundos cruzó la habitación y salió del
camarote sin mirar atrás.
Me sentía cada vez más confundida. Pablo se estaba riendo de
mí en toda regla. <<Serás imbécil Bianca>>. Pero sin embargo ese
atisbo de confusión en su mirada me hizo no tener las cosas realmente claras.
De repente llamaron a la puerta. Me incorporé rápidamente de la cama y fui a
abrirla. Al otro lado de la puerta se encontraba Carmen.
- - Hoy has aprovechado poco el día de piscina –me dijo
Carmen entrando en mi camarote y dejando una montaña de prendas sobre la cama
de matrimonio.
- - Estaba bastante cansada. ¿Qué es esto?
- - Esta noche… en fin que he… bueno ya sabes –Carmen
se ruborizaba por momentos.
- - No te preocupes, te arreglaré y te elegiremos la
mejor ropa.
Carmen me miró con una gran sonrisa como si me debiera la
luna. Lo cierto es que no era demasiado trabajo para mi arreglar a Carmen, pues
ella con nada que se pusiera ya parecería una modelo. Finalmente nos decidimos
por una falda de tubo negra y una blusa rosácea que conjuntamos con unos
tacones no demasiado altos, pues Carmen era bastante alta y apenas necesitaba
cuatro centímetros para dejar atrás a Iván. Finalmente le ricé su larga melena
rubia y ella misma se aplicó algo de
coloretes y de rímel.
- - Estás impresionante Carmen.
Cuando pude levantarme y ver mi obra maestra desde lejos me
dije a mi misma que si mis estudios universitarios fracasaban siempre podía
montar un centro de estética. Aunque bien es cierto que la mayor parte de la
gloria de aquel trabajo ya venía dado por naturaleza.
Carmen se miró al espejo radiante de felicidad, lo que aún
hacía que se viera más favorecida.
- - Ahora te toca a ti.
- - No, no, no. Yo esta noche no pienso hacer nada, comeré
con mis tíos y quizá vea luego el espectáculo, pero de verdad no te molestes.
- - ¿Y qué pasa con Pablo?
- - Ah pues yo que sé. Habrá quedado con Susana o
con cualquier otra que se haya encontrado por el barco.
- - Escúchame bien lo que te voy a decir, te vas a
duchar y vas a dejar que te arregle a mi gusto y antojo y no vas a rechistar en
todo el tiempo. ¿Lo has entendido?
<< ¿Negarte va a servir para algo? >>.
Finalmente asentí con la cabeza. Al menos algo bueno podría sacar de todo esto.
CAPÍTULO 6
Tras dos horas de preparación por fin estaba lista. Carmen había hecho el trabajo de su vida, apenas parecía yo. Mi pelo rizado ahora se extendía como un liso velo sobre mis hombros. Llevaba un vestido palabra de honor en un tono verde claro y he de reconocer que estar subida sobre aquellos altos tacones resultaba tan peligroso para mí como para las personas que esa noche me acompañaran en la velada. No obstante no me quejé, Carmen había puesto mucho esmero en mi preparación y no se merecía menos que le diera las gracias por todo el tiempo que había invertido en mí.
- ¡Vaya! –Carmen me miraba con los ojos abiertos como platos –estas preciosa Bianca.
- Trabajo tuyo –contesté sonriendo y mirándome los zapatos -¿seguro que no serán un peligro para mí?
- Sólo son quince centímetros de nada.
No quise poner mayor oposición a Carmen y su teoría de que de ahí al final de la noche yo seguiría de una sola pieza.
Mis tíos, que habían llegado hace una hora, ya estaban arreglados y listos para ir a cenar.
- Justo Bianca ya está lista –les decía Carmen a mis tíos conforme me empujaba hacia la puerta del camarote.
- Bianca que cambio más radical, ¿estás cómoda con esos zapatos?
Miré a Carmen con esa expresión de <<te lo dije>> pero ella seguía con una gran sonrisa enmarcada en su cara, no sería yo la que se la quitase.
Después de la cena, nos reunimos las tres familias para, según mi tío, marcar la ruta de esa noche. Cuando llegamos al lugar de encuentro sólo se encontraba presente la familia gaditana. Iván estaba completamente enchaquetado, además llevaba una corbata rosa palo que hacía juego con la blusa de Carmen, <<al menos irán conjuntados>> pensé. Este se movía de un lado a otro, lanzando de cuando en cuando pequeñas ojeadas nerviosas hacia la puerta, a la espensa de que Carmen apareciera cruzando el umbral. Cristian, el mediano de los hermanos, reía con cada movimiento que su hermano mayor hacía, lo que me dio a entender que estaba al tanto de todo. El tiempo transcurría lentamente. Finalmente los adultos decidieron que irían a ver el espectáculo cómico que se celebraba en el gran salón. Me sentí algo ridícula al pensar que si Carmen no hubiera insistido mi plan de esa noche sería pasar una gran velada con mis tíos. <<Patético>>.
Tras más de cuarenta y cinco minutos de espera Carmen hizo su aparición. Quizá sólo fue impresión mía pero creí ver que todo el bar se giraba para mirarla. En especial Iván. Estaba para que le hicieran una foto, aunque lo más práctico hubiera sido fregar el charco de baba que se estaba creando a sus pies.
- ¡Quién te ha visto y quién te ve Carmen! –bramó Marga.
- Tú tienes que ser como mínimo mi nuera –bromeaba Alberto.
Iván comenzó a ponerse rojo como la sirena de un camión de bomberos y comenzó a darle leves codazos a sus padres con el objetivo de que se callaran.
- Yo quiero ir con la hermana –balbuceaba Lucas.
- Cariño, escúchame, la hermana se va con los amigos y tú eres muy pequeño todavía –Ángeles intentaba consolarlo.
- Si yo no soy tan pequeño.
Ángeles miró a su marido, Pedro, en un vano intento de que le echara una mano, pero este al ver la situación prefirió girarse y continuar su “supuesta” conversación con uno de los camareros.
- Carmen, déjame ir contigo, te prometo que me portaré bien.
Carmen me miró con una cara que pedía a gritos auxilio. Lucas era el hermano pequeño de Carmen y aunque yo fuera hija única sé lo difícil que resultaría negarle algo a tu hermanito pequeño.
- Claro que sí que ve venga –intervine –no hay problema sólo nos tomaremos algo en la cubierta y nos recogeremos pronto. <<Al menos yo sí>>.
Carmen me miró confusa, pero para no prolongar esa situación tan incómoda Iván, Carmen, Cristian, Lucas y yo salimos del bar.
Cristian rápidamente desapareció diciendo que había conocido a unas niñas de la zona de Alicante, lo que por fin nos dio un respiro y pudimos hablar sin tapujos.
- Lucas –me dirigí directamente al pequeño -¿te vienes conmigo? Si quieres nos vamos a la cubierta y nos tomamos un zumo.
- ¿Y mi hermana?
- Es que…tu hermana esta noche ya tiene planes. Pero nos lo vamos a pasar muy bien. ¿Sabes bailar? Nos podemos apuntar al concurso de sevillanas.
Lucas sonrió y me agarro de la mano. Carmen y yo nos dirigimos una mirada cómplice y acto seguido la pareja se alejó de nosotros.
La cubierta estaba menos habitada que el día anterior pero seguía teniendo esa decoración de luces que tanto me gustaba. Lucas y yo nos sentamos en los taburetes de una barra y nos pedimos algo de beber. Lo cierto es que para mí no suponía ningún problema pasar tiempo con él. Siempre he sido hija única y he añorado la compañía que puede hacerte un hermano. Además Lucas era un niño adorable, siempre con esa sonrisa en la cara y con sus dos preciosos ojos abiertos de par en par.
- Mi hermana e Iván están juntos, ¿verdad? –me quedé mirándolo << ¿qué le digo? >> -no te preocupes, me lo puedes contar, yo prometo no contárselo a mis padres.
La dulzura de Lucas dejaba embelesada a cualquiera. No pude más que mirarlo y decirle la verdad.
- Pues sí Lucas, hoy tienen su primera cita.
- ¿Te cuento un secreto? –Lucas se acercó a mí para decírmelo en el oído –ya se querían desde el año pasado. Se les notaba mucho. Pero, ¿por qué han tardado tanto?
- Porque muchas veces hacemos tonterías, y por miedo o por vergüenza nos callamos, y dejamos que el tiempo pase –el tono de voz me fue quebrando conforme iba terminando la frase.
- ¡Qué tontería! Pues cuando yo quiera a alguien se lo diré.
Le dediqué una de mis mejores sonrisas.
Cada vez hacía más aire en la cubierta y Lucas de cuando en cuando tiritaba.
- Cuando tú quieras nos vamos.
- No, tampoco hace tanto frío –no resultaron muy creíbles estas palabras pues cada vez se estaba encogiendo más en su asiento.
- Venga va Lucas, vámonos, que tenemos que descansar para mañana.
- ¿Y tu cita? ¿No tienes cita esta noche?
- Pues no, no tengo cita, así que vamos, andando –me bajé del taburete y me disponía a bajarle a él cuando una chaqueta se posó sobre sus hombros.
- Así que eres tú el que me ha quitado la cita de esta noche –gracias a la chaqueta de Pablo, Lucas había dejado de temblar.
Lucas me miró con sus enormes ojos y después miró a Pablo. Para mi sorpresa no hizo ninguna pregunta. Se limitó a ponerse en pié y sonreír. Sin saber muy bien hasta donde me llevaría esa situación, únicamente me dediqué a seguir a Lucas que se dirigió directamente a su camarote. Antes de llamar a la puerta para que le abrieran sus padres Lucas se quitó la chaqueta y se la dio a Pablo y después tiró de mí hacia abajo y me susurró al oído:
- Será nuestro secreto.
Acto seguido entró en la habitación y tuve que vérmelas cara a cara con Pablo.
- Un poco pequeño para ti, ¿no crees?
- Y tú eres demasiado imbécil para lo grande que eres ya. Está claro que en el mundo existe una gran descompensación.
Pablo se limitó a reír. Estaba claro que le hacía gracia la situación, cosa que a mí no. Esas apariciones repentinas de Pablo me hacían perder los nervios.
¿Dónde se habría metido toda la noche?
¿Dónde se habría metido toda la noche?
- ¿Te gustaría dar un paseo conmigo?
- ¿Tengo otra opción?
- Oh por supuesto, siempre me puedes decir que no.
- De acuerdo, pues no.
- Ya…el caso es que yo no acepto un no por respuesta y en el caso de que tu negativa fuera irrevocable, te aviso de que pasaré toda la noche en la puerta de tu camarote hasta que accedas a pasear conmigo.
No le dije nada, simplemente comencé a andar. Pablo me seguía por detrás y no sé por qué pero algo en lo más profundo de mí me decía que otra vez tendría esa sonrisa triunfante en su cara. Finalmente me alcanzó y me condujo hacia la parte superior de la cubierta. Donde bailamos por primera vez.
Cuanto más avanzaba la noche más frío se volvía el viento. Comencé a cubrirme con los brazos, pero antes de que mis manos tocaran mis hombros, Pablo ya había dejado su chaqueta sobre mí.
- No vaya a ser que te resfríes.
- Qué considerado.
Pablo se detuvo en seco y me cogió de las manos.
- Bianca, quería pedirte perdón por lo que pasó esta mañana en tu camarote.
- No hay por qué pedir disculpas, no me tienes que dar ninguna clase de explicación.
Intenté seguir con la marcha pero me detuvo agarrándome por el brazo.
- Entiendo que estés molesta, me he comportado como un autentico imbécil.
- Pablo, te he dicho que no tienes la necesidad de disculparte. No ha pasado nada.
- Sí, sí que ha pasado. Bianca no sabes las ganas que tenía de terminar lo que empezamos.
Un calor invadió todo mi cuerpo, desde el dedo pequeño del pié hasta la última punta del pelo. ¿Quería realmente? ¿O sólo pretendía reírse un rato?
- ¿Quieres volver a bailar conmigo? –me extendió la mano.
Casi hipnotizada le cogí la mano.
- Pero no hay música –le espeté.
- Yo la haré –y acto seguido comenzó a tararear.
Me costó un poco reconocer la canción, pero no tardé en darme cuenta de que se trataba de Mi princesa de David Bisbal. Se estaba tan cómoda entre sus brazos. Pero lo cierto era que no quería acomodarme mucho, ya era la tercera vez que me encontraba en esta situación y seguramente estaría a punto de recibir el tercer desengaño.
Pablo me movía con paso lento pero firme, recordé lo que me impresionó la primera vez que bailamos juntos, casi parecía un bailarín profesional. El mando lo tenía él por completo. Él me guiaba y marcaba el ritmo y la intensidad del movimiento. Casi parecía estar flotando.
Comenzó a disminuir lentamente el ritmo de la canción y comencé a notar su intensa mirada clavada en mi rostro aun ausente. Lentamente le miré. Sus brazos descendieron hasta lo más bajo de mi espalda y me apretó contra su cuerpo.
- ¿Hasta dónde quieres llegar Pablo…?
- Hasta las últimas consecuencias
Me removí inquieta en sus brazos. <<Te hará daño>>, sí, ese pensamiento brotaba continuamente por mi cabeza. Pero en ese momento lo tenía tan cerca que me resultaba difícil concentrarme en algún pensamiento lejos de él y de sus labios que tan lentamente se acercaban a mí.
Mi subconsciente actuó por sí solo. Me zafé de los brazos de Pablo y me di la vuelta.Pablo me tomó por los hombros y me abrazó. En ese gesto comprendí que entendía mi postura y mis sentimientos.
- De veras Pablo, ¿hasta dónde pretendes llegar?
- Te lo he dicho. Hasta las últimas consecuencias.
En un ligero y apasionado movimiento me giró por completo y sus labios se posaron en los míos. Sus brazos fuertes y seguros se depositaron en torno a mi cintura. En ese momento perdí la noción del tiempo y el control sobre mí misma. Sólo existía él, él y su apasionado beso. Mis manos ascendieron tímidamente hasta que pudieron verse enredadas en su pelo negro. Al notar ese contacto, Pablo me aprisionó aun más contra su cuerpo y sus brazos me levantaron algunos centímetros del suelo. Mis brazos se cerraron con más fuerza sobre su cuello y la intensidad del beso fue creciendo lentamente. Mientras tanto los brazos de Pablo me tenían fuertemente sujeta, en ese momento me sentí segura y solo deseaba que aquel beso no terminara nunca.