domingo, 2 de junio de 2013

No es un adiós, es un hasta pronto.

PRÓLOGO

Llevaba meses esperando este viaje, en concreto desde Semana Santa, cuando fui a hacerle una visita a mi prima que vive en Cádiz.
Lo cierto es que ansiaba este viaje, pero por otro lado lo temía. Nunca había pasado tanto tiempo lejos de mis padres, y en cierta parte sabía que les iba a echar mucho en falta.
Esa mañana, me desperté con un positivismo poco usual en mi. Recuerdo el salón ocupado por dos enormes maletas grises y algún que otro neceser esparcido por las mesas.
Ese día todos mis tíos vinieron a verme por la mañana, todos tenían una gran sonrisa en la cara y me decían lo divertido que sería hacer un crucero. La mañana pasó lenta, apenas comí, sentía esa sensación tan extraña de mariposas en la barriga.
Recuero que nuestro A.V.E salió sobre las cuatro y media. Mis padres nos acompañaron a mis tíos y a mi a la estación de trenes, recuerdo el húmedo abrazo que mi madre y yo compartimos (a causa de mi llanto) y el tímido gesto con la mano que me dedicó mi padre cuando descendía por las escaleras mecánicas. En ese momento lloraba, no quería alejarme de ellos, pero pensé ¡basta!, ahora te vas a montar en un barco, seguramente una de las experiencias más bonitas de tu vida, aprovechala.

Tardamos cinco horas en llegar a Barcelona. Cuando encontramos el hotel ya había caído la noche. Hicimos una visita corta por la ciudad, apenas pasamos cinco calles más allá del hotel. Paseamos por una gran avenida en la que había una larga fila de restaurantes que ocupaba desde una punta a otra. Aquella noche cenamos en una especie de pizzeria, con dos grandes antorchas a cada lado de la mesa, por lo que el calor que emanaba el fuego contrarrestaba el fuerte viento, que terminaba por convertirse en una cálida brisa.
Cuando llegamos a hotel y me acurruqué en la cama, reconozco que se me saltaron un poco las lágrimas, pues pensaba en mi madre y en cuanto la echaba de menos. Volví a controlarme, de modo que cerré los ojos y me imaginé a mi, en la cubierta del barco, con el viento alborotando mi rizado pelo, con el sol ocultándose en el horizonte. Aunque supongo que ni en mis mejores sueños habría podido vivir una historia tan bonita como pasó en la realidad...


CAPÍTULO 1

Salió el sol...
En el momento en el que puse los pies fuera de la cama todo fueron prisas, teníamos tres horas hasta que desembarcara nuestro barco y no nos encontrábamos precisamente al lado del puerto.
Nos dimos una ducha rápida y luego intentamos organizar las maletas de nuevo, con el objetivo de no dejarnos nada en tierra.

-Bianca, ¿dónde has dejado la ropa sucia que utilizaste ayer?-preguntó mi tía Rosa desde dentro del cuarto de baño.
-La he dejado en la bolsa que tenías guardada dentro de la maleta, no te preocupes, no me he olvidado de nada.

Mi tía y su manía con el orden, en realidad si no fuera por ella habría perdido más de la mitad de mis cosas, se puede decir que no soy la persona más organizada del mundo.

Cuando terminamos de desayunar ya nos estaba esperando un taxi en la puerta del hotel. Lo cierto es que no dedicamos más de quince minutos a la primera comida del día, bien sea por que no teníamos hambre o por que estábamos ansiosos por emprender nuestro viaje.
El viaje en el taxi fue muy tranquilo, recuerdo al conductor hablando en español, lo que me creó duda, pues tenía entendido que la primera lengua en Barcelona era el catalán. Recorrimos gran parte de la ciudad, el único sitio que había visitado fuera de Andalucía fue Madrid, y francamente no me gusto para nada, en cambio Barcelona me pareció un sitio precioso, sobre todo cuando el taxi se desvió por el paseo marítimo de la capital. Recuerdo una larga carretera y a lo lejos ya se divisaba un enorme barco atracado en el muelle. De nuevo las mariposas volvieron a revolotear en mi estómago.
Antes de embarcar, tuvimos que registrarnos, entramos en una gran nave abarrotada de gente formando cola ante una gran fila de mostradores. Las diferentes colas estaban separadas por una cinta de terciopelo rojo. Yo no hacía más que mirar a un lado y a otro, me pregunté si tanta gente cabría en el barco, mejor dicho, me pregunté si el barco soportaría el peso de tantas personas.
Un saludo a lo lejos me distrajo de mis pensamientos.

-Parece increíble que no nos encontremos por Sevilla y coincidamos en Barcelona- era mi tío Enrique hablando con una familia que se encontraba dos filas más a la derecha

-Ya ves, así pasaremos el viaje en familia. Os esperamos en la sala donde se recogen las maletas cuando os halláis registrado-le contestó una mujer pelirroja.
Pero mi atención no se fijó en ella, ni en el que sería su corpulento marido, si no en una niña delgada y muy alta que se encontraba con ellos. La chica me sonrió y yo le devolví la sonrisa.

-¿Quiénes son ?- le pregunté a mi tío

-Ella es mi prima Ángeles, el hombre grande es su marido...Pedro si no mal recuerdo, y ellos son sus hijos, Carmen que es la mayor y Lucas es el pequeño.

-¿Cuántos años tiene Carmen?

-Creo que un año más que tú.

Me alegró mucho pensar que no pasaría toda la travesía sola con mis tíos, no es que me lo fuera a pasar mal con ellos, pero tiendo a ser una persona muy tímida por lo que tener a alguien a mi lado me ayudaría a relacionarme con los demás chicos del barco.
Tal y como dijo Ángeles, la familia nos estaba esperando delante de una larga cinta por la que iban pasando las maletas. Me sentí muy cortada al principio por lo que no me separé del lado de mi tía, y en un gesto de cobardía la pedí que fuera ella quien me presentara a Carmen.

-Hola, me llamo Carmen, ¿Cómo te llamas?- al parecer ella se había adelantado

-Me llamo Bianca

-Genial ¡una chica! En el crucero que hice el año pasado estaba rodeada de tíos. No me mal interpretes, son muy simpáticos, tienen que estar al llegar.

-Vaya...¿viene más gente con nosotros?

-Sí, son tres niños de Cádiz, por cierto, me llamo Lucas- me pilló de sorpresa escuchar esa voz tan infantil y melodiosa. Cuando me fijé bien el el hermano de Carmen vi a un precioso niño de apenas siete años, con unos enormes ojos azules y muy blanco de piel.

-Encantada Lucas, yo soy Bianca- le saludé con una cordial sonrisa.
En ese momento se acercaba a nosotros otra familia, aunque esta contaba con un miembro más. Carmen salió disparada para saludar a los tres chicos, mientras tanto yo me quedé estática como plantada en el suelo. Noté como una diminuta mano me cogía la mía, era Lucas, que con una sonrisa me estaba dando a entender que él me presentaría a la nueva familia.


Después de conocer a la nueva familia y recoger nuestras pertenencias, nos dirigimos hacia una larga pasarela de cristal que desembocaba dentro del barco. Mi tío me tubo cogida de la mano ese corto trayecto, pues si mirabas para abajo podías ver con absoluta claridad el mar y para las personas que sufren de vértigo no es una sensación agradable.
Aunque si con algo me quedo de esos quince minutos fue la cara de todos los pasajeros conforme iban entrando en el barco. Todo lo que me hubiera imaginado que sería se quedaba corto, nunca había visto tanto lujo. Los suelos estaban cubiertos por una fina alfombra roja, recuerdo levantar la cabeza y ver nueve plantas sobre mí, lo que me llevó a preguntarme si el barco soportaría ya no sólo nuestro peso, si no el de todo aquello.

Nuestra planta era la décima, pues mi tía padece claustrofobia y tuvimos que coger un camarote con terraza, así que con la excusa de que me dan miedo los ascensores, subí por las escaleras para poder curiosear por las demás plantas.
Las escaleras eran enormes, todas cubiertas por esa tela roja, parecía que estaba paseando por el mismísimo Titanic.
La gente andaba de un sitio para otro, perdida, buscando su camarote. Me hallaba en la planta tres, ahí el alboroto era aún mayor, sólo había dos botones en cada larga fila de camarotes y los pasajeros estaban agrupados en torno a ellos preguntándoles donde poder hallar sus camarotes. Tropecé con algo, ya estaba al borde de la caída cuando alguien me agarró con una mano por el brazo y la otra la posó en mi cintura.

-Lo siento mucho, no debería de dejar la maleta por ahí tirada.

-No pasa nada, la culpa es mía no miro por donde voy.

Cuando me incorporé y pude verle con detenimiento me encontré con unos enormes ojos marrones que me miraban con curiosidad. Era un chico alto, quizá un par de años mayor que yo y con una sonrisa que me heló la sangre. Le devolví una leve sonrisa, lo cierto era que en ese momento me encontraba en estado de shock, no podía hacer otra cosa. Agaché la cabeza y subí corriendo las escaleras, todo lo rápido que me permitían mis piernas, una vez que me encontré lejos de aquel chico, aminoré mi marcha e intenté que el corazón se tranquilizara un poco.
Otro choque y finalmente en este si caí al suelo.

-¡Bianca!- mi tía me ayudo a levantarme- lo siento, ¿te encuentras bien?

Me incorporé rápidamente y miré a ambos lados, por suerte el gran pasillo en el que nos encontrábamos estaba desierto, nadie me había visto.
Nos llevó unos veinte minutos encontrar el número de nuestro camarote, pero cualquier espera hubiera merecido la pena si desembocaba en lo que nuestros ojos se encontraron.
Jamas había visto una habitación tan bonita. La habitación tenía las paredes pintadas en tono garbanzo, un naranja muy apagado. En cuanto se entraba por la puerta a la derecha estaba la puerta del baño y a la izquierda había un gran armario, una vez que se salía de ese pequeño pasillo nos encontramos con la cama de matrimonio y un pequeño sofá a su lado, que supuse que sería mi cama. Pero lo realmente llamativo de la habitación era que en el fondo se habrían unos grandes ventanales que llegaban hasta el suelo, y entre los ventanales había una puerta de cristal, era la entrada a la terraza. Casi instintivamente me dirigí hacia allí. El barco aún seguía anclado en puerto, por lo que la imagen no era muy bonita, pero me imaginé alguna noche sentada en la tumbona y contemplando el estrellado cielo, con el viento azotándome levemente el cabello...quizá con alguien a mi lado... Desperté de mi ensimismamiento en cuando mi tío entro en la terraza.

-Que vistas tan bonitas, Rosa ven, deja eso para luego

Acto seguido ella entró en la terraza con un juego de toallas en las manos, cosa que miró mi tío y en un gesto de resignación se las arrebató y las arrojó dentro del camarote. Después de esto ambos se abrazaron, él le dio un beso en la cabeza, ella simplemente se dejó querer.

Al cabo de una hora y después de que mi tía lo ordenara todo a su antojo, nos reunimos con los primos de mi tío Enrique en un restaurante del barco, en la misma planta que la piscina.
Cuando llegamos al restaurante, ya todos tenían un plato de comida en la mesa, es más casi lo habían terminado. Así que cogí un plato y me dispuse a coger algo de bufet libre, al cabo de diez minutos andando de un lado para otro y mirando la cantidad de comida que había en esa habitación, me decante por echarme algunos espaguetis en el plato y algo de salsa de tomate.
Los adultos se habían sentado en una mesa y los niños en otra, francamente si Carmen no me hubiera llamado para que me sentara con ellos, seguramente no me habría atrevido.

-¿Lleváis mucho tiempo aquí?- pregunté para integrarme en la conversación.

-No mucho, sólo unos veinte minutos-me contesto Iván, el mayor de los hermanos de la familia acompañante.

-Realmente, el tiempo suficiente de que Iván haya arrasado con todo el restaurante.
Todos rieron y aunque yo no entendí el contexto de la situación, también me eché a reír.

-¿Es tu primer crucero, Bianca?- me preguntó Carmen

-Si, es la primera vez que viajo en barco, ¿y vosotros?

-Nosotros hicimos uno el año pasado, y coincidimos con Carmen y su familia, que fue cuando nos conocimos- me respondió Iván.

-Imaginate, todo el viaje rodeada de tíos...-Carmen hizo un gesto de burla.

-Pues suerte que tuviste- Iván me miró y se dirigió a mi- el año pasado me pegue todo el crucero presentándole a todos los tíos a la señora se le antojaban, pero este año van a cambiar las cosas, este año ella me las va a presentar a mi-dijo poniendo mucho ímpetu en la palabra “ella”.

Comimos deprisa, cogimos las toallas y nos fuimos directamente a la piscina, según mi tía, mejor ahora que cuando se empiece a hacer la digestión.
La cubierta del barco superaba las expectativas. Había dos piscinas y en medio de ambas se encontraban los jacuzzi. Largas filas de tumbonas dejaban rodeadas a ambas piscinas. En el fondo de la cubierta habían dos escaleras, que daban a una pequeña cubierta aún más arriba. Carmen y yo subimos por las escaleras, pues arriba también había tumbonas y las de abajo estaban todas cogidas.
El barco estaba a punto de zarpar, por lo que la gente se arremolinó en torno a las barandillas y comenzaron a despedirse haciendo gestos con los brazos de la gente que estaba en tierra. Seguramente pocos de ellos serían familiares de los tripulantes del barco y sólo estaban despidiéndose de nosotros por puro cachondeo.
Finalmente el barco zarpó y he de reconocer que pensaba que el movimiento del barco sería mucho más desagradable, pero si no llega a ser porque estaba viendo como nos alejábamos de puerto, ni siquiera me habría dado cuenta de que ya no estábamos anclados.
Carmen y yo nos fuimos a la piscina, donde nos esperaban los tres hermanos gaditanos; Iván, Cristian y Jesús junto con el hermano pequeño de Carmen, Lucas.
Era de esperar que como ellos se conocían desde el año pasado, yo me encontraba un poco más excluida. Carmen e Iván estaban gastándose bromas el uno al otro, Cristian estaba haciendo rabiar a su hermano pequeño, y Lucas se encontraba de aquí para allá hablando con todo el mundo, ciertamente es un niño muy sociable.
Me subí al bordillo con la esperanza de que recién mojada me pegara un poco más el sol, de repente alguien me cogió por el pié y tiró de mi hasta que me sumergí en el fondo de la piscina. Intenté salir lo más rápido posible, y cuando asomé mi cabeza por fuera del agua me encontré con Carmen e Iván riéndose a carcajada limpia.

-Perdona Bianca- se disculpó Carmen- es que estabas tan tranquila ahí que...además Iván me ha estado pinchando para que lo haga

-¡Mentirosa!- se defendió Iván.

-Bien, vale vale, no pasa nada, pero por poco me matas del susto

-Perdón, perdón. Oye mira para allá, pero disimula, mira los chicos que están sentados en las escaleras- me dijo Carmen.

Disimuladamente como Carmen me había indicado miré para allá, en una esquina de la piscina se encontraban tres chicos, yo diría que más grandes que yo.
Uno de ellos, el que parecía más pequeño era rubio y tenía los ojos claros, se me pareció mucho a Justin Bieber, este estaba metido en el agua. Luego habían otros dos sentados en el bordillo, uno de ellos era muy alto, con el pelo medianamente largo y castaño, este le estaba salpicando con el pié al chico que estaba en el agua. Por último había otro chico, moreno de piel, con el pelo negro como el azabache. Cuando me dí cuenta la sangre empezó a bombear rápidamente en mi corazón, era el chico con el que me choqué en las escaleras. El sol estaba bañando su ya bronceada piel y he de reconocer que me pareció incluso más guapo que antes. El no le echaba cuenta ni a uno ni a otro, tenía la mirada fija en un punto, en mi.
El sonido de una alarma me despertó de mi ensimismamiento.

-Es el ensayo de evacuación, por si pasa algo durante la travesía- me indicó Carmen.

Algo me había comentado mi tía, pero con todo el ajetreo se me había olvidado. Nos dispusimos todos a salir de la piscina y a dirigirnos a nuestros camarotes a coger el chaleco salvavidas. Cuando me giré para volver a encontrarme con aquellos ojos oscuros, habían desaparecido.


                                                             CAPÍTULO 2



Cuando empezó a anochecer, y después de un largo simulacro que nos llevó casi una hora, cada uno se dirigió a su camarote para asearse, pues los horarios de la cena estaban predispuestos y no era conveniente llegar tarde.
A no ser que se viajara con una familia numerosa, en la mesa del comedor, te tocaba sentarte con otra familia, y como en mi lugar tan sólo íbamos mis tíos y yo, nos asignaron una mesa con otros tres componentes; un matrimonio con su hija que era unos siete años mayor que yo. Era una familia muy agradable y culta con la que pasamos muy buenos ratos. Su hija, Violeta, estaba estudiando la carrera de Biología, que por entonces a mi me fascinaba pues en un futuro quería doctorarme en esa rama.
Recuerdo el menú, que cambiaba todas las noches dependiendo de la zona donde nos encontrábamos, de hecho, la comida más normal que probamos fue esa noche, pues aun estábamos alejándonos de la Península Ibérica.
Después de comer nos reunimos con los primos de mi tío que iban acompañados de la familia de San Fernando. Los adultos decidieron que la mejor forma de pasar la noche sería en el teatro del barco donde por las noches había espectáculos y los camareros se paseaban por toda la sala con bebidas y aperitivos. Sin embargo Carmen e Iván preferían ir a la discoteca del barco y hasta que sus respectivos padres no los dejaron ir, no cesaron con las súplicas. Fue más fácil de lo que yo pensé convencer a mis tíos para que también me dejaran ir.
En cuanto nos dieron el visto bueno salimos corriendo antes de que cambiaran de idea.

-Iván, espérame, yo también voy- gritaba Cristhian a lo lejos

-Tu que vas a venir, no tienes edad enano, además que yo estoy de vacaciones como para tener que estar cuidando de mi hermano pequeño toda la noche.

-Tengo la misma edad que Bianca y el mismo derecho de ir- finiquitó Cristhian mientras se cruzaba de brazos.

Iván no objetó más nada, simplemente hizo un gesto con la cabeza de resignación y siguió hacia adelante. Después de subir como unas cien escaleras, llegamos a la planta once, donde se encontraba la discoteca. Era un lugar pequeño en comparación con el teatro donde había dejado a mis tíos, pero teniendo en cuenta que nunca antes había estado en un sitio parecido tuve la impresión de que era incluso grande. Era un lugar semicircular que contaba con una pista de baile en el centro de la sala, la cual estaba rodeada de mesas y sillones. También había una gran barra (también semicircular) que ocupaba gran parte del local.

-Venga Iván, si nos lo presentas, nosotras te presentaremos a quien tu quieras- le prometía Carmen.

-¡Que no!, lo mismo pasó el año pasado, y terminé haciéndote de Celestina todo el crucero.

-Por favor Iván- dijo esto mientras ponía cara de puchero- mira no te gusta...esa de allí, la rubia que lleva bragas en lugar de pantalones- Carmen estaba señalando a una chica que se encontraba en la pista.

-¿Se puede saber que pasa?- pregunté.

-Sé disimulada, mira a los chicos de la barra

Con todo el disimulo que pude aparentar giré la cabeza noventa grados hacia la zona de la barra y entre todo el gran tumulto de adolescentes que se encontraban en ella divisé una cara que me resultó muy familiar, era el chico de la piscina y con el que me choqué al subir las escaleras.

-Le estoy pidiendo al zoquete de Iván que nos lo presente pero se niega- al instante de decir esto abrazó a Iván por la espalda y comenzó de nuevo con su súplica- Por favor Iván, por tu vieja amiga...

-¡Esta bien! ¡Qué tía más pesada!

Y tras decir esto, Iván se acercó con paso decidido a la barra. Carmen y yo nos quedamos en la entrada, intentando disimular todo lo que podíamos, como si con nosotras no fuera la cosa.
Por el rabillo del ojo vi que Iván estaba intentado llamar nuestra atención para que nos acercáramos, pero se entiende que con el ruido que había no lo habíamos escuchado.

-Bueno chicas, ellos son Pablo, Fran y Oliver- nos presentó Iván señalando al chico con el que me choqué en primer lugar- y ellas son Bianca y Carmen.

Por encima del gran alboroto de la música que ahogaba nuestras voces intentamos presentarnos como pudimos. Carmen ,que era mucho más sociable que yo, en seguida comenzó a hablar con ellos, yo por el contrario me reía de los comentarios que hacían unos y otros, pero me faltaba la fuerza suficiente para hacer alguna clase de comentarios.

-Voy a pedir -dijo Pablo- ¿Qué queréis?

-Un san marco, por favor -contestó Carmen.

-Bianca, ¿quieres algo? -se dirigió directamente a mi lo que me pilló por sorpresa pues habría asegurado que ni siquiera se había percatado de mi presencia.

-Mmm...lo mismo qu-que ella

Después de que esas palabras salieran de mi boca llenas de inseguridad necesitaba alejarme de allí.

-Carmen, ¿te vienes a la pista a bailar? -pregunté

-Claro que sí, vayámonos.
Cuando nos dirigimos a la pista me percaté de Cristhian, que había estado todo el rato a nuestro lado pero sin articular palabra, se veía que era tan cortado como yo, o incluso un poco más.
En el momento en el que pusimos un pie en la pista comenzó a sonar una canción del grupo Aventura, una salsa. Carmen bailaba con Cristhian con total confianza, lo que me dio a pensar que quizá este chico no era tan cortado, simplemente reservado para la gente a la que no conoce. A pesar de que bailar nunca se me dio bien, la salsa, desde mi punto de vista siempre ha sido el baile más sencillo, así que como pude comencé a bailar intentando no llamar mucho la atención.

-Me tienes que enseñar a bailar así -me susurro una voz al oído.

Se me erizó todo el bello del cuerpo cuando Pablo pasó una mano por mi cintura e intento imitar mis pasos.

-He de reconocer que soy un pésimo bailarín -dijo riendo y dándome una copa de lo que parecía ser un san marco.

-No te preocupes yo no he salido de Mira quien baila precisamente.

Después de unos veinte minutos bailando, decidimos que sería una buena idea salir a la cubierta que nos diera un poco el aire. La cubierta de la discoteca estaba decorada con algún que otro sofá blanco que aparentemente no parecía ser muy cómodo.

-¿De dónde sois? -preguntó Carmen.

-Somos de Barcelona -contestó Fran- vosotros sois...de Andalucía si no me equivoco.

-¿Qué te hace pensar eso? -el tono de Iván sonó a enojo.

-La forma que tenéis de hablar...no me mal interpretéis no pienso que seáis unos payasos ni nada de eso, pero se nota en vuestra entonación, sobre todo en la tuya Iván.

-Es que yo soy de Cádiz -se defendió Iván.

-En esa parte tienen una forma muy peculiar de hablar, parece que cantan lo que hablan -me expliqué, aunque por la cara que pusieron no creo que me entendieran bien.
Se estaba tan cómodo ahí fuera que se me olvidó la hora de recogida. Hacía un viento muy agradable y el agua se deslizaba contra la armadura del barco haciendo que este se balanceara un poco. El tiempo pasó volando entre risas, chistes, anécdotas y sobre todo miradas...cuando quisimos darnos cuenta eran las tres de la madrugada y nos quedaban apenas cinco horas para poder dormir, pues a la mañana siguiente comenzaban las excursiones matutinas y, claro está, mis tíos se habían propuestos hacerlas todas.
Carmen, Iván, Cristhian y Pablo me acompañaron a mi camarote, de hecho me dejaron en la misma puerta.

-Mañana tus tíos han quedado con mis padres a las ocho y media para salir -me avisó Carmen- ¿Tú con quien te vas a las excursiones? -le preguntó a Pablo.

-Mis excursiones están pagadas, mis padres preferían un guía, así que os veré cuando todo el mundo llegue de Mónaco -esta vez se dirigió a mi- Buenas noches, te veo mañana.
Y tras decir esto los cuatro se alejaron hacia sus camarotes. Cuando entré en el mio, mis tíos ya estaban plácidamente dormidos, así que intentando no hacer mucho ruido me puse el pijama y me deslicé entre las sábanas.

Había sido un día muy largo y cuando posé la cabeza sobre la almohada me di cuenta de que realmente estaba muy cansada. Cerré los ojos y pude oír el suave oleaje que bailaba con el barco.


CAPÍTULO 3

-¡Vamos!¡Arriba!

El sol ya estaba más que a fuera y por la terraza corría una agradable corriente matutina. Mis tíos ya estaban prácticamente vestidos y dispuestos a subir al comedor para desayunar. Apenas había dormido, pero nunca ha sido un gran problema para mi levantarme temprano, realmente estaba acostumbrada por el horario del instituto.

-Bianca, nosotros vamos a ir tirando para arriba, no tardes mucho que a y media nos vamos, ¿Qué te cogemos para desayunar? -preguntó mi tío Enrique.

-Mmm...algo dulce... -dije mientras me incorporaba de la cama.

Mis tíos salieron corriendo por la puerta del camarote y yo me metí en el cuarto de baño para ponerme un poco decente. El vestirme rápido era pan comido, el problema era mi espeso pelaje rizado, que terminé solucionando haciéndome una improvisada trenza.
Tras meter todo lo necesario en mi mochila, salí disparada de la habitación a reunirme con mis tíos. El crucero en el que viajábamos estaba bordeando las costas del Mediterráneo, así que después de partir desde Barcelona, el punto más cercano era Mónaco.
El tema de las excursiones me ponían un poco nerviosa, lo cierto es que me agobiaba estar en lugares que no conocía, a eso hay que añadirle que también tenía miedo de que el barco zarpara sin nosotros.
Mónaco no fue para nada lo que yo me esperaba, tratándose de Francia pensé que visitaríamos una ciudad llena de altos edificios habitada por personas que te miran por encima del hombro, pero para mi asombro cuando bajamos del barco y llegamos al puerto de la ciudad me encontré con una ciudad desnivelada llena de color. Grandes montañas pobladas de casas se alzaban ante nuestra vista. Había una pequeña cala que en lugar de arena estaba cubierta por pequeñas piedras. Con la calor que hacía, francamente daban ganas de meterse en ese agua tan calmada.

-Cuando dejemos a los niños en el barco podemos volver luego a tomarnos algo a la playa- sugirió Pedro.

-De eso nada, no sin mi- le discutió Carmen.

A mi, por otro lado, me gustó la sugerencia de Pedro, estaba deseando volver al barco.
Comenzamos a andar colina arriba y el paseo se hizo interminable. Anduvimos aproximadamente unas tres horas sin descanso, haciendo fotos por aquí y por allá. Mónaco cada vez me iba pareciendo más y más hermoso. Una ciudad con vistas al mar por todos lados y donde además los ciudadanos no eran ni mucho menos un estilo a los estirados franceses.

-Bianca, este año has estado estudiando francés, ¿Por qué no intentas hablar con alguien?-mi tía y su gran ahínco de que viajara al extranjero.

-¿Y qué pregunto? ¿A quien?

-No sé... mira aquel hombre de allí- señalaba a un hombre mayor con bigote blanco- preguntale... la hora.

Me encaminé hacia el hombre, cuando giré la cabeza para que mi tía me diera seguridad me encontré con la mirada de mis once acompañantes, que por sus expresiones, daba la sensación de que estaban esperando a que la pifiara.
Cuando me encontré a apenas un paso de aquel hombre bonachón, tomé aire y sin pensarlo hablé.

-Excuse moi, Quelle heure est-il?.

-Mmm...la una...- dijo señalando en número uno con un dedo.

-Merci.- dije siguiendo en mi papel de francesa.

Rápidamente me volví, sabiendo que a tres metros tenía a once personas riendo a carcajada limpia de mi gran ojo a la hora de captar a un francés. Increíble, miles de personas que hablan francés están pasando a mi lado continuamente y yo voy a preguntarle al único español que había en cinco kilómetros a la redonda. Si lo intento no me sale.

-Bueno, francesa quizá no, pero eres una gran actriz- dijo Ivan, que no sabía si pretendía consolarme o seguir burlándose de mi. Opté por lo segundo.

Seguimos caminando, y durante una hora más tuve en el oído a los moscardones de Ivan y Cristian remeándome. Durante el camino cada uno iba a lo suyo, Pedro y Enrique estaban discutiendo sobre el Sevilla F.C y el Real Betis Balompié. Mi tía Rosa, Ángeles y Marga se reían continuamente y señalaban al marido de Marga, Alberto, que estaba jugando con los dos pequeños, Lucas y Jesús. Ivan y Cristian seguían con sus bromas cansinas que llegado el momento sólo les hacía gracia a ellos. Por otro lado Carmen y yo simplemente andábamos y mirábamos para todos lados como dos curiosas.
Después de andarnos todo Mónaco a pié, decidieron que ya era hora de volver al barco y Pedro seguía en su insistencia de regresar a la playa hasta las siete que zarpara el barco.
Durante la vuelta todo continuó igual, cada uno a lo suyo, solo que esta vez Ivan y Cristian pararon con la broma, lo que fue un gran alivio para mis delicados oídos.

-Lo bueno es que a Carmen solo la vamos que tener que aguantar hasta que lleguemos a Túnez- dijo Ivan como el que no quiere la cosa.

-¿Por qué dices eso grandísimo invecil?

-Porque te cambiaremos por un camello y adiós al sufrimiento.

Así era las veinticuatro horas del día, a Ivan le gustaba escuchar a Carmen y a ella...bueno supongo que estaba acostumbrada a ese humor tan raro que desprendía él.
Cuando llegamos a puerto para el embarque, en la misma puerta que nos conducía al interior del barco había un hombre con una cámara de fotos que nos ofreció hacernos una por familia, pues los doce no cabríamos en la pantalla (broma que a mi personalmente no me hizo gracia). Primero se colocaron Marga, Alberto y sus tres hijos, Ivan, Cristian y Jesús. Después pasaron Angeles y Pedro junto con Carmen y Lucas, y finalmente mis tíos y yo.
Aun faltaba mucho para que el barco zarpara, por lo que cediendo a la petición de Pedro, los adultos marcharon hacia la playa, dejando a Ivan y Carmen al mando de los más pequeños (incluida yo). Rápidamente todos se perdieron, y Carmen tampoco mostró mucho interés por encontrarlos, así que preferimos irnos a la piscina y aprovechar las horas de sol que quedaran.
Un chico de pelo rubio y ojos claros se nos quedó mirando desde la otra punta de la piscina, en ese momento lo conocí, era Oliver, el amigo de Pablo. Carmen le hizo un efusivo gesto con los brazos, así que Oliver definitivamente se decidió a acercarse.

-Me estaba asegurando de que erais vosotras- dijo mientras ponía la toalla sobre la maca.

-Que pronto habéis llegado, tenía entendido que ibais con un guía.

-Y así es, pero las excursiones con los guías son más caras y más cortas, en fin yo no pago y me gusta más estar en el barco.

<Que considerado por tu parte> pensé.

-Tomad los san franciscos chicas, la próxima vez os levantáis vosotras- Ivan acababa de llegar

-Tu siempre tan servicial- por supuesto no pudo faltar el gancho de Carmen.

-¿Dónde está Pablo?- le preguntó Ivan a Oliver.

-Me dijo que ahora subía, que le fuera cogiendo sitio.

Mi cuerpo, peligrosamente inteligente, agudizó el oído para obtener toda la información que pudiera sacar de esa conversación. Afortunadamente o por desgracia, la conversación se quedó ahí, (la parte que a mi me interesaba) y comenzaron a discutir sobre fútbol, en ese momento, mi cerebro se transladó automáticamente a otro mundo. Al ser una hora en la que se debería de estar disfrutando de la ciudad en la que el barco se encontraba anclado, apenas había niños pequeños por cubierta, por lo que el tema de los gritos, de las salpicaduras y todo lo que conlleva tener a pequeñines por alrededor quedaba suprimido, y de esa forma era más fácil sumirse en una tranquilidad completa, sólo el sol y yo.

-Tío mira, lo ha triunfado.

Instintivamente abrí los ojos, y vi que por la puerta entraba Pablo acompañado de tres chicas (unos...cuatro años más pequeñas que él). <Que mono> pensé <haciendo de canguro>

-Hola chicos, ellas son Deborah, Lara y Susana, son de Madrid.

A Oliver le habría faltado un trampolín para coger impulto, pero sin trampolín y sin nada, se levantó con un entusiasmo nada que ver con el que se levantaría los días de colegio por las mañanas.

-Hola chicas, yo soy Oliver- dijo mientras besaba las mejillas de cada una de ellas.

-Ellos son; Carmen, Ivan y Bianca- prosiguió Pablo con las presentaciones.

Los tres hicimos un gesto de saludo con las cabezas, pero ninguno dijo nada. No sólo parecían cuatro años más pequeñas que todos nosotros, sino que además se comportaban como tal, todo el alboroto que habrían hecho diez niños pequeños, lo hicieron ellas tres solitas en cuanto se metieron en la piscina.

-¿Qué? ¿haciendo actos caritativos?. No sabía que fueras niñero- espetó Carmen con bastante ironía.

-Anda calla, me las he encontrado en el vestíbulo cuando entrábamos al barco y desde entonces no me las puedo quitar de encima.

-Ya ves tu problema- fue un susurro, muy leve, pero se escapó de mi boca sin que mi parte racional pudiera hacer nada para evitarlo.

-¿Estas celosa?

<Pero de qué va este tío>

-Si, ya quisieras- y acto seguido me levanté de la tumbona y me tiré a la piscina.

Empecé a nadar, sin pensar en nada, sólo nadaba, no quería pensar en el tío tan pedante que estaba sentado a solo siete metros de mi, ni en las tres chicas que habían entrado con él. Nadé hasta que me dolieron los brazos, después descansé, y apoyé los brazos en el bordillo mientras que movía los pies deliberadamente. Alguien se zambulló en la piscina, y sin ningún disimulo por cierto, era Ivan, que adoptando mi misma postura intentó ponerse serio por primera vez desde hace dos días que lo conocí.

-Esto...Bianca, esta noche hay una especie de fiesta Hawaiana, será aquí mismo en la cubierta, y tenemos que ir con pareja...así que bueno, supongo que no te habrán invitado...

-Quizá me arrepienta de preguntar esto pero...¿por qué se supone que no me deberían de haber invitado?- si, cuidado, es una pregunta trampa.

-No, no, no no me mal interpretes, es sólo que has estado todo el día conmigo y no he visto que se te acercara nadie, a no ser que Oliver en mi ausencia te lo haya pedido...

<Te libras por esas>

-No Ivan, no me lo ha pedido nadie, pero...quizá es meterme donde no me llaman, creo que tu realmente no quieres ir conmigo, ¿o me equivoco?.

-¿Por qué me dices eso?- de repente parecía nervioso.

-Sabes perfectamente porque lo digo- señalé con la cabeza a Carmen- mira Ivan conmigo también se han metido continuamente niños en el colegio y ya he aprendido que no es por el don de la discordia (que hay quien lo posee), creo que deberías de ser valiente, y pedírselo a ella, aunque no le desveles más nada, pídeselo sólo como amigos.

-Yo...Bianca no sé que decirte...

-No me digas nada anda, ve corre, antes de que se te adelante alguien.

Ivan me dirigió una sonrisa de gratitud, acto seguido salió de la piscina y se tumbó en una maca al lado de Carmen. Yo, por mi parte, seguí a lo mío, intenté hacer algunos largos más, pero después de la dura caminata matutina, de lo poco que había dormido y de los ocho largos anteriores, mis brazos se negaban rotundamente a moverse, y francamente yo no les culpaba. De nuevo se zambulleron en la piscina con la misma poca delicadeza, de nuevo Ivan.

-Ven conmigo esta noche por favor, Carmen me ha dicho que ya tiene pareja.

-Vaya...si claro yo iré contigo. Oye Ivan no te preocupes, seguramente sólo ha aceptado por compromiso.

-Ya ves si a mi me da igual.

Haciendo caso omiso a la gran mentira que acababa de soltar mi acompañante por la boca, salí de la piscina y volví a ocupar mi lugar en la tumbona, que ahora también se encontraba vacía a los alrededores. Me tumbé boca abajo y me desabroché el nudo de la parte de arriba del bikini para evitar que se quedaran marcas. Cosa que nunca he entendido porque ya te tienes que poner un vestido muy bajo por la espalda para que se note, pero bueno observaciones personales.
Noté la presencia de alguien a mi lado.

-Por fin has salido del agua, ¿te gusta nadar o solo lo hacías para evitarme?.

-Seguramente no te gustará escuchar la respuesta- sabiendo de la persona que tenía al lado intenté abrocharme el lazo de nuevo sin necesidad de levantar el torso más de la cuenta, pero fue inútil.

-No hace falta que te lo abroches, tampoco voy a ver nada que no haya visto ya antes.

<Asqueroso pedante de mierda>. Para evitar disputa, me enrollé la toalla al cuerpo y me levanté de un salto, no prendía mantener esa conversación.

-¡Bianca!, te dejas la tarjeta de tu camarote, dudo mucho que puedas entrar si no es con ella.

<¡MIERDA!>. Me volví hacia donde el permanecía para cogerle la tarjeta de entre los dedos, pero como supuse, no me dejó.

-Te importaría dármela, necesito ir a ducharme para arreglarme para esta noche.

-¿Acaso tienes algo importante que hacer?

-Pues si, ahora si no te importa- intenté cogerle la tarjeta de nuevo pero otra vez esquivó mi mano.

-¿Y se puede saber con quien?

-No- le sonreí- ¿me la puedes dar?

-¿Cómo se piden las cosas?

<Lo mato>

-Pablo, te importaría devolverme la tarjeta por favor, tengo prisa.

-¡Qué sorpresa! Pero si te sabes mi nombre. ¿No me vas a decir con quién vas?

-Voy con Ivan.

Pablo ladeó la cabeza hasta encontrar a Ivan, después me miró a mi y sonrió.

 -Vale, pues te veré esta noche, preciosa.

Iba a rebatirle y ha decirle por primera y última vez que no me llamara así, pero tenía demasiadas ganas de salir de ahí y lo que saliera de mi boca no iba a sonar muy creible, así que rápidamente me dí la vuelta y salí corriendo.


CAPÍTULO 4

Durante la cena apenas tenía ganas de comer, estaba nerviosa, mi cabeza se trasladaba de un lado a otro continuamente, por un lado no sabía como la relación con Pablo había  llegado a ese extremo, en fin, hace sólo un día me había acompañado hasta mi camarote, y sin embargo aquella tarde sólo había dejado ver  su carácter pedante y egocéntrico. Además, por otro lado, esa noche tendría la primera cita de mi vida, y sería con una persona por la que no siento nada ni ella por mi tampoco…Genial.

Así que, después de cenar, junto con mis tíos, fuimos a buscar a los demás, que se estaban tomando un coctel en uno de los bares en los que no permitían entrar a menores de edad. Me sentía muy rara con aquel traje ajustado y además era consciente que no podría dar ni dos pasos sin tener un tropezón, pues si mis pies no son capaces de coordinarse bien con pantalones, con un vestido que más bien parecía una segunda piel, menos.
Carmen estaba espectacular, llevaba su pelo rubio recogido en una trenza perfecta, una blusa blanca y una mini falda que dejaba ver sus larguísimas y finas piernas. Ivan también estaba muy elegante, vestía unos vaqueros arreglados y una camisa a rayas verticales en azul y blanco.
Dejando a los adultos a lo suyo, Cristhian, Carmen, Ivan y yo nos dirigimos a cubierta, donde Ivan había quedado con los demás.

-          - Adelantaos vosotros, yo tengo que esperar a mi acompañante- dijo Carmen.

-          - Como quieras- diciendo esto, Ivan me cogió de la mano y seguimos subiendo escaleras.

Me resultaba muy rara la reacción de Carmen. ¿Por qué le habría dicho que no a Ivan?, desde mi punto de vista estaba bastante claro lo que sentían mutuamente, y Carmen no se veía una personas especialmente orgullosa.

La cubierta estaba deliciosamente decorada, había fuentes y fuentes de chocolate derretido acompañado por unos palillos que contenían fruta; naranjas, fresas, plátanos…, además, de las barandillas de la zona superior habían colgado unas pequeñas lámparas redondas de tela. Había un ambiente muy romántico, poco acorde con mi situación, pero mejor eso que estar sola.  Sonaba bachata, lo que me dio a pensar si el DJ sería ecuatoriano o de América del Sur. Las parejas se juntaban y bailaban, reían, a algún que otro hombre se le resbalaba un poco la mano hacia el trasero de la chica, pero o bien ella no se daba cuenta o tampoco le importaba mucho. Sabía que debía de coger a Ivan e invitarlo a bailar, pero había una situación algo incómoda, pues él no paraba de mirar por la puerta (a ver si aparecía Carmen, supuse) y yo, por mi parte tampoco estaba muy pendiente de bailar, mis ojos se paseaban de popa a proa buscando a algún chico alto de pelo negro con ojos profundamente penetrantes.

-          - ¿Quieres algo de beber?- Ivan me sacó de mi ensimismamiento.

-          - No, gracias, hoy he bebido demasiado gas durante la cena- respondí, pero en seguida supe el porqué de su amabilidad, Carmen se encontraba al lado de la barra con Fran, el otro amigo de Pablo.

Aun a pesar de mi negativa, Ivan se dirigió a la barra y saludó a  Fran como si realmente no quisiera darle tal paliza que no se reconociera ni en el espejo.
El dulce olor a chocolate inundó mi nariz, cada vez se hacía más evidente.

-         -  ¿No te gusta?

Pablo sostenía ante mi cara un palillo que llevaba fresas con chocolate.

-         -  No es algo que me entusiasme mucho, francamente.

-        -  Entonces, ¿qué cosas son dignas de tu entusiasmo?

De alguna manera mi cara adoptó el tono rojo carmesí que vestía la rubia que bailaba de forma tan provocativa con un hombre unos diez años más mayor que ella.

-         -  Poca cosa- decidí por volverme y darle la cara.

-         - Estas preciosa, aunque supongo que tu acompañante ya se habrá encargado de decírtelo, ¿no?- dijo en tono de sorna.

-         - Pues sí, unas mil veces en lo que llevamos de noche, y apenas son las nueve y media.

<Así se hace, dale a probar de su propia medicina>. Adopté una postura desafiante, poniéndome las manos en la cintura e irguiendo mi espalda para alcanzarle al menos a los hombros.

-         -  Vaya…quién lo diría- dijo sonriendo y se volvió a dejar el pincho de frutas sobre la mesa.

-         -  ¿Y tu pareja?- Mierda, esas palabras salieron solas de mi boca.

El río y se pasó la lengua por los dientes.

-         -  Se estará arreglando, ya sabes cómo sois las mujeres, que te voy a contar.

-        -  Ya veo, voy a tomar algo, te veo luego.

Y con paso firme me di la vuelta y anduve tranquilamente (pero contoneándome lo máximo que mis torpes piernas me dejaban) hasta la barra donde Ivan seguía manteniendo esa gran sonrisa falsa en la cara, mientras Carmen por otro lado tenía una cara de completa satisfacción.

-          - Vale, Malévola, ¿qué has hecho?

-        -  ¿Moi?- dijo poniendo una mano sobre el corazón- me ofendes.

La miré como mira una madre a su hija después de que haya usado sus pinta labios para hacer un dibujo artístico y la cogí del brazo para ir a la pista de baile.

-         - ¿Por qué le has dicho que no a Ivan?

-         - Porque ya tenía a otra pareja, ¿no es evidente?- diciendo esto intentó alejarse de mi bailando.

-         - No- dije mientras la cogía por un brazo- para mí no lo es. Le has dicho que no para probar cómo reaccionaba si te ve con otro.

-         - ¿Y qué si es así?

-         - Pues que ya has visto que está celoso, ya puedes decirle al otro que ha sido todo una broma y bailar con quien realmente quieres bailar, tú que puedes.

Carmen me miró con cara de póquer, después miró hacia donde los dos chicos hacían un esfuerzo sobrenatural por mantener una sonrisa cordial.

-        - Oye mira tienes razón, pero ahora no puedo dejar a Fran tirado, entiéndelo- ahí estaba la cara de cordero degollado.

Alcé las manos en señal de derrota y juntas caminamos hacia la barra para reunirnos con nuestras parejas.

-         - Ivan , me apetece bailar un poco, ¿vienes?- le dije con el objetivo de quitarlo de ahí en medio.

Él no contestó, pero se dio la vuelta y cogiéndome de la mano nos dirigimos donde los demás bailaban. Sonaba” y si fuera ella” de Alejandro Sanz. Ivan colocó las manos vergonzosamente en mi cintura y torpemente comenzó a moverse. Era evidente que no estaba ahí bailando conmigo, sino a diez metros, donde Carmen y Fran reían tontamente.

-         - Ivan, por favor deja de amargarte por esta tontería, no merece la pena.

Ivan asintió con la cabeza, pero sólo fue un gesto físico, pues en su interior seguían esos pensamientos rebotando en las paredes de su cerebro, o peor aún, de su corazón.

-         - Llevo desde el año pasado intentado tener una conversación con Carmen fuera de las bromas y de los piques, pero cuando me acerco a ella me pongo muy nervioso y termino por decir alguna tontería, es normal que no haya reparado en mí, soy el bufón del grupo.

-         - No, Ivan no pienses así, tienes una personalidad encantadora, Carmen sabe apreciar todo esto. Pero acepta un consejo y habla con ella, quizá los dos sentís lo mismo, pero podéis pasar toda la vida así, con la incertidumbre de saber que siente la otra persona.

Ivan paró de bailar secamente y me dio un abrazo.

-         - Gracias por haber aceptado venir conmigo esta noche, habría sido patético presentarme aquí sólo.

-         - Gracias a ti por invitarme, más patético habría sido que una chica viniera sola. Créeme.

A lo lejos me percaté de la presencia de Pablo que ya no estaba solo, una de las chicas que entraron esa tarde con él lo tenía cogido del antebrazo, la más alta de las tres. Sí, también más alta que yo.

La noche transcurrió entre risas y bailes. Noté cómo algunas miradas de Carmen e Ivan se mezclaban entre el gentío. Oliver por su parte, llegó con una de las rubias del trío y Cristhian que había quedado sin pareja bailó con la última durante toda la noche, francamente esa era la que se veía más simpática y humana de las tres.

-         - Susana- un hombre mayor se dirigió a la acompañante de Pablo- ¿no te he dicho que a las once y media te quería en el camarote?

-         - ¡Dios! Papi se me ha ido la hora, perdóname- le puso ojitos a su padre- déjame quedarme un poco más, que mis amigos se van a quedar hasta más tarde.

Su padre paseó la mirada por nuestro círculo, después posó los ojos durante unos largos segundos sobre Pablo.

-         - Susi si quieres quedarte baja al camarote y habla con mamá, yo ya me lavo las manos.

Susana le hizo un gesto de aceptación a su padre con la cabeza, y cuando este se dio la vuelta, ella se agachó y le dijo algo a Pablo al oído. Después de esto marchó tras su padre que la estaba esperando en la entrada.

Por fin,  Carmen se decidió a levantarse y a invitar a Ivan a bailar, que como si el tiempo le faltara se levantó rápidamente y agarró a Carmen de la cintura. Era una autentica escena romántica el baile de ambos enamorados. Ivan ya no bailaba con movimientos torpes, todo lo contrario, parecía como si estuvieran flotando en el aire y sólo el cambio en las notas hacía que los amantes cambiaran de posición o de pasos. Sin saber cómo ni por qué mis ojos se llenaron de lágrimas, y antes de que alguien se diera cuenta me levanté y subí las escaleras hacía la cubierta superior haciendo cómo si me llamaran por teléfono.

 Allí arriba en aquella terraza solitaria, me asomé por la barandilla y contemplé lo que con seguridad sería uno de los paisajes más hermosos que vería en mi vida. Lo cierto es que una gran oscuridad lo inundaba todo, pero el hecho de saber que ante mí se extendía todo el mar Mediterráneo hizo que se me erizara el bello de la nuca. Una mano se dejó caer sobre mi cintura y otra se posó sobre la barandilla, al lado de la mía.

-         - ¿Quién era?- Me encontraba encerrada entre los brazos de Pablo.

-         - Mi madre- respondí intentando que mi llanto no quebrara mis palabras.

-          - Ya…o sea que tú me estás diciendo que en pleno mar abierto, tú estabas hablando con tu madre por teléfono… ¿qué compañía tienes?- sí, la sorna era más que evidente en su tono de voz.

Para qué contestar, era preferible seguir acomodándome en sus brazos, disfrutando del leve silencio que se había creado entre los dos. Una canción comenzó a sonar por los altavoces, “si tú te atreves” de Luis Miguel. Pablo se alejó un poco de mí y cuando ya creía que se iría, me sujetó con más fuerza de la cintura y me giró para que quedara de cara a él.

-         - ¿Bailas?- me miraba con sus hermosos ojos oscuros, penetrantes y cautivadores.

Asentí levemente con la cabeza. Suavemente posó sus masculinas manos sobre mi cintura y mis brazos subieron lentamente hasta rodearle el cuello. Nos movíamos con pasos lentos pero seguros, generalmente resultaba ser un peligro en un baile de esta clase, pero con él todo era diferente, apenas me costaba coordinar mis pasos con los de la música, hasta que finalmente me di cuenta de que era él quien me guiaba. No podía apartar mi mirada de sus ojos cautivadores que me miraban sin perder detalle de mis reacciones. Cuando rompió el estribillo, los pasos se hicieron más intensos y nuestros cuerpos se pegaron aún más. Cerré los ojos, sintiendo el calor que emergía su cuerpo y la perfección con la que encajábamos el uno con el otro.

-        -  Abre los ojos, me gusta ver tus sentimientos a través de tu mirada, eres como un libro abierto…

Poco a poco abrí los ojos cediendo a su petición y lo primero que encontré fue un rostro perfectamente definido sonriéndome con un brillo que nunca antes había visto en sus ojos. Adoptando una posición de bailarín profesional, Pablo me echó hacia atrás mientras me sostenía poniéndome una mano en la espalda y otra en la cabeza, donde sus dedos quedaron enredados en mi pelo. Muy lentamente se fue acercando a mí, nuestros rostros se encontraban cada vez más próximos, tanto que podía saborear el dulce aroma que emergía de su boca. A pesar de que deseaba con todas mis fuerzas cerrar los ojos y dejarme llevar, no podía apartar mis ojos de los suyos.  Sólo nos separaban cinco escasos centímetros. El corazón me latía deprisa y noté como en los pómulos se concentró toda la sangre de mi cuerpo.

-        -  ¡Bianca!- Camen subía corriendo las escaleras.

Pablo y yo nos incorporamos rápidamente.

-         - ¡Dios mío! Te he buscado por todas partes- Carmen se acercó a nosotros a paso ligero.

-         - Tranquila estoy aquí, no me he tirado por la borda ni nada de eso.

Carmen paseó la mirada divertida entre los dos, sabiendo que había interrumpido lo que seguramente habría sido el momento más romántico de mi vida.

-         - Perdona, sólo era para decirte que tus tíos están abajo con mis padres y quieren que nos  vayamos ya a dormir para que mañana rindamos mejor en la excursión.

Pablo me miró, y después miró a Carmen, que tardó en entender el mensaje de <Lárgate>. Cuando Carmen bajaba las escaleras Pablo me tomó por la barbilla y acercándose a mi me dio un casto beso en la frente.

-        -  Hasta mañana preciosa.

Y  diciendo esto, se dio media vuelta y bajó las escaleras desapareciendo de mi campo de visión. Tardé unos instantes antes de recomponerme completamente, después de estar segura de que el rubor había abandonado completamente mis mejillas, me dispuse a reunirme con mis tíos, con quienes me fui al camarote y me sumí en un profundo sueño.


CAPÍTULO 5

Íbamos en el tren de camino a Pisa. La mañana había amanecido radiante y soleada. Demasiado soleada. Carmen se dedicaba a pegar cabezadas en el hombro de su hermano, quien ya molesto, se dispuso a quitarse de su lado. A decir verdad, Carmen no era la única persona somnolienta del vagón. La mayoría de los pasajeros apenas eran capaces de mantener la cabeza derecha, de hecho uno de ellos llevaba puesto un antifaz de noche. Pero quién soy yo para juzgar a un italiano.

El calor se intensificó aun más cuando bajamos al andén, que se encontraba a pleno cielo abierto. Los rayos de sol obligaron a Carmen a abrir los ojos por fin. Rápidamente nos separamos en un rincón del andén hasta esperar que la multitud pasara, acto seguido nos dispusimos a visitar la Torre de Pisa.
Después de mucho andar, llegamos  a un arco de piedra enorme, detrás de este había un gran claro de césped, del que se levantaban tres grandes monumentos; un edificio circular con una gran cúpula, otro más adelante mucho mayor que el primero y al final se encontraba la gran Torre de Pisa. Alrededor del claro había una serie de puestos ambulantes donde los visitantes estaban comprando  los suvenires. Había artículos de lo más curioso, desde camisetas hasta una réplica de la torre que se movía con música.

-      -    ¿Anoche qué?, eh- Carmen me sacó de mi ensimismamiento.

-      -    Anoche nada- la miré con recelo- nada de nada. <<Gracias a ti>>

-      -    Venga va, no me mientas, tengo ojos- comenzó a clavarme el dedo índice en las costilla de forma reiterada.

-       -     No pasó nada, sólo hablábamos.

-       -   Una postura un poco incómoda para hablar, ¿no?

Si las miradas matasen, la que yo le eché a Carmen la habría dejado petrificada en el sitio.

-       -   Y tú con Iván , ¿qué?

-      -    Pues nada, bailamos y…nada.-Carmen comenzó a andar dándome la espalda.

<<En fin, para que insistir>>

Ángeles y mi tía Rosa hacían fotos por doquier. Había una estampa muy graciosa, y es que cada uno de los visitantes se estaba haciendo la peculiar foto agarrando la famosa torre, (aunque ya las técnicas se habían modernizado y las fotos estaban hechas desde diferentes posturas). 

Allí, tumbada en el césped bajo la sombra que se proyectaba desde uno de los edificios principales, poco me faltó para quedarme dormida. La noche anterior había sido… ¿cómo clasificarla?...probablemente la palabra sería intensa.  Me encontraba aturdida y confundida, de hecho el pensamiento que permaneció durante toda la mañana en mi cabeza era que Pablo me había tomado por tonta y se estaba burlando de mí. Por lo menos le serviría de entretenimiento. Sin poder evitarlo una imagen se había instalado en mi cabeza, y es que sólo me hacía falta cerrar los ojos para volver a sentir la proximidad que Pablo y yo experimentamos la noche anterior. Aún sentía sus ágiles pasos conduciéndome en el baile y sus fuertes y decididas manos posadas sobre la parte baja de mi espalda. Cada vez que esto venía a mi cabeza, una extraña sensación crecía en lo más profundo de mi ser y casi sin poder evitarlo comenzaba a sonrojarme.

Con ese único pensamiento en mi cabeza la jornada matutina pasó deprisa, y antes de que me diera cuenta ya estaba de vuelta en el barco, tumbada en una tumbona de la cubierta al lado de Carmen. Los hermanos gaditanos correteaban de arriba para abajo chocándose con todo aquello que se cruzaba en sus caminos. Iván, en un intento desesperado por zafarse de sus hermanos los empujó a la piscina y luego corrió hacia una tumbona situada en nuestro lado gritando como un niño pequeño “¡casa, casa! “.

Intenté hacer caso omiso, pero era demasiado evidente que Iván y Carmen querían un poco de intimidad, así que excusándome para ir al baño me levanté de mi asiento. Entré en el interior del barco y comencé a bajar escaleras hasta la planta décima para poder acostarme un poco en la cama. Realmente no era un cansancio físico el que invadía mi cuerpo, más bien se trataba de un cansancio psicológico. ¿Por qué Pablo poseía esa gran bipolaridad? ¿Era sólo conmigo? ¿Qué tiene con la tal Susana?...demasiadas preguntas, la cabeza me iba a estallar.

Alguien se interpuso en mi camino y sin que me diera cuenta me pasó un brazo por los hombros.

-      -    ¿Me buscabas? – Pablo tenía esa sonrisa que hacía que me temblaran las piernas.

-       -   Eres un poco egocéntrico, ¿no crees?

Haciendo cómo si no estuviera saqué la tarjeta de la habitación del bolsillo para introducirla en la extraña cerradura alargada.

-       -   Perdona, ¿querías algo? –le pregunté adoptando casi un tono impertinente.

Él seguía con su gran sonrisa de satisfacción en el rostro, lo que me sacaba de mis casillas. No sé cómo ni por qué pero Pablo sabía cómo ponerme nerviosa, y lo peor de ello es que le complacía hacerlo.

-      -    Absolutamente nada. Muy bonito tu bikini – me dijo señalando la parte de arriba del conjunto con la mirada.

De nuevo toda la sangre de mi cuerpo se concentró en mis mejillas, y como si de un acto reflejo se tratara me tapé inmediatamente con las manos. Un segundo después de hacer tal gesto me di cuenta de lo ridícula que debía de resultarle en ese momento.

-     -     Muy amable, gracias.

Definitivamente abrí la puerta de la habitación y dejé la tarjeta en el interruptor de la luz. En ese mismo momento recordé que mis tíos se habían ido a una cesión de masajes que habían contratado.  <<Por favor que cuando me gire se haya ido, por favor, por favor…>>. Lentamente me giré. Mis suplicas no habían servido para nada. Allí estaba. Triunfante como un niño al que le acaba de decir su madre que no es necesario que ese día vaya al colegio.

-      -    ¿No me vas a invitar a pasar?

<<Para qué resistirme>>

-      -    Pasa por favor – y haciéndome a un lado le dejé pasar.

Lo cierto era que esa situación me ponía bastante nerviosa. Pablo apenas echó un vistazo a la habitación. Me miraba a mí y a mis torpes pasos. De hecho no me extrañaría que se hubiera dado cuenta que en ese momento tenía el pulso de las manos como para robar panderetas.

-      -    Una habitación muy bonita,  ¿duermes ahí? – dijo señalando el sofá que se encontraba al lado de la cama de matrimonio.

-      -    Sí, es un sofá cama, de hecho cuando se abre es bastante más grande, cabrían perfectamente dos personas.

Pablo volvió a sonreír, y no, no me gustaba para nada esa sonrisa.

-     -    Siéntate, voy a coger una camiseta limpia.

En lugar de acceder a mi propuesta, Pablo se dirigió a la puerta de cristal que se encontraba en el fondo de la habitación, la que daba a la terraza.

-      -    ¿Puedo? –me preguntó con la mano puesta en el pomo de la puerta.

Le hice un gesto de aceptación con la cabeza e inmediatamente le seguí a fuera. Lo cierto era que entre una cosa y otra, apenas había tenido tiempo para disfrutar de la maravillosa terraza. No era un espacio especialmente grande, de hecho era bastante acogedor e íntimo. Pablo apoyó los codos en la barandilla y perdió la vista en el horizonte como si de una estatua egipcia se tratara. El viento le alborotaba su ya despeinado pelo negro y gracias al sol de levante pude apreciar el perfecto perfil de Pablo que se encontraba recortado por los rayos que dejaba traspasar su figura. Ahí, con esa postura de contraposto parecía un autentico dios griego. Yo le imité y me coloqué a su lado para observar el despejado paisaje que se abría paso ante nuestros ojos. Pablo comenzó a girar la cabeza y no tardé en darme cuenta de que me estaba mirando.

-      -    ¿Qué? –le pregunté.

El sonrió y ladeando la cabeza volvió fijar la vista hacia el frente.

-     -     ¿Tú no ibas a coger una camiseta? ¿O es que te ha gustado tanto el piropo que estas esperando a que te diga otro?

<<Arrogante>> Sin posar la mirada en el me dispuse a salir de la terraza cuando su fuerte brazo me rodeó completamente por la cintura.

-     -    Ven aquí tonta, que te lo decía de broma.

-     -     ¿Sabes que el noventa por cierto del tiempo que pasamos juntos tengo ganas de tirarte por la borda?

Él rió echando la cabeza hacia atrás.

-      -    Lo sé preciosa, lo sé. –me agarró con las fuerza por la cintura pero esta vez con ambos brazos- ¿Por dónde nos quedamos ayer?

No supe que hablar ni que decir. Simplemente lo miraba. Otra vez esos ojos marrones y penetrantes me miraban sin perder detalle de las emociones que pasaban por mi rostro. Tímidamente posé mis manos en sus firmes pectorales, que para mi asombro subían y bajaban nerviosamente. La mano de Pablo ascendió levemente por mi espalda y después bajó, provocándome una deliciosa sensación de cosquilleo. Sus brazos se adhirieron con más fuerza sobre mí, tanto que nuestros cuerpos estaban completamente unidos. No pude aguantar más la situación y mis ojos se cerraron dejándose llevar por los acontecimientos. En ese momento, Pablo comenzó a aminorar la fuerza de sus brazos y cuando abrí los ojos me encontré con un rostro confundido e incluso triste.

-      -    Tengo que irme –Pablo se alejó de mi en dirección a la puerta- te veo esta noche.

En menos de veinte segundos cruzó la habitación y salió del camarote sin mirar atrás.

Me sentía cada vez más confundida. Pablo se estaba riendo de mí en toda regla. <<Serás imbécil Bianca>>. Pero sin embargo ese atisbo de confusión en su mirada me hizo no tener las cosas realmente claras. De repente llamaron a la puerta. Me incorporé rápidamente de la cama y fui a abrirla. Al otro lado de la puerta se encontraba Carmen.

-      -    Hoy has aprovechado poco el día de piscina –me dijo Carmen entrando en mi camarote y dejando una montaña de prendas sobre la cama de matrimonio.

-      -    Estaba bastante cansada. ¿Qué es esto?

-      -    Esta noche… en fin que he… bueno ya sabes –Carmen se ruborizaba por momentos.

-      -    No te preocupes, te arreglaré y te elegiremos la mejor ropa.

Carmen me miró con una gran sonrisa como si me debiera la luna. Lo cierto es que no era demasiado trabajo para mi arreglar a Carmen, pues ella con nada que se pusiera ya parecería una modelo. Finalmente nos decidimos por una falda de tubo negra y una blusa rosácea que conjuntamos con unos tacones no demasiado altos, pues Carmen era bastante alta y apenas necesitaba cuatro centímetros para dejar atrás a Iván. Finalmente le ricé su larga melena rubia  y ella misma se aplicó algo de coloretes y de rímel.

-     -     Estás impresionante Carmen.

Cuando pude levantarme y ver mi obra maestra desde lejos me dije a mi misma que si mis estudios universitarios fracasaban siempre podía montar un centro de estética. Aunque bien es cierto que la mayor parte de la gloria de aquel trabajo ya venía dado por naturaleza.
Carmen se miró al espejo radiante de felicidad, lo que aún hacía que se viera más favorecida.

-     -     Ahora te toca a ti.

-     -     No, no, no. Yo esta noche no pienso hacer nada, comeré con mis tíos y quizá vea luego el espectáculo, pero de verdad no te molestes.

-    -      ¿Y qué pasa con Pablo?

-    -      Ah pues yo que sé. Habrá quedado con Susana o con cualquier otra que se haya encontrado por el barco.

-    -      Escúchame bien lo que te voy a decir, te vas a duchar y vas a dejar que te arregle a mi gusto y antojo y no vas a rechistar en todo el tiempo. ¿Lo has entendido?

<< ¿Negarte va a servir para algo? >>. Finalmente asentí con la cabeza. Al menos algo bueno podría sacar de todo esto.


CAPÍTULO 6

Tras dos horas de preparación por fin estaba lista. Carmen había hecho el trabajo de su vida, apenas parecía yo. Mi pelo rizado ahora se extendía como un liso velo sobre mis hombros. Llevaba un vestido palabra de honor en un tono verde claro y he de reconocer que estar subida sobre aquellos altos tacones resultaba tan peligroso para mí como para las personas que esa noche me acompañaran en la velada. No obstante no me quejé, Carmen había puesto mucho esmero en mi preparación y no se merecía menos que le diera las gracias por todo el tiempo que había invertido en mí.

- ¡Vaya! –Carmen me miraba con los ojos abiertos como platos –estas preciosa Bianca.

- Trabajo tuyo –contesté sonriendo y mirándome los zapatos -¿seguro que no serán un peligro para mí?

- Sólo son quince centímetros de nada.
No quise poner mayor oposición a Carmen y su teoría de que de ahí al final de la noche yo seguiría de una sola pieza.
Mis tíos, que habían llegado hace una hora, ya estaban arreglados y listos para ir a cenar.
- Justo Bianca ya está lista –les decía Carmen a mis tíos conforme me empujaba hacia la puerta del camarote.

- Bianca que cambio más radical, ¿estás cómoda con esos zapatos? 

Miré a Carmen con esa expresión de <<te lo dije>> pero ella seguía con una gran sonrisa enmarcada en su cara, no sería yo la que se la quitase. 

Después de la cena, nos reunimos las tres familias para, según mi tío, marcar la ruta de esa noche. Cuando llegamos al lugar de encuentro sólo se encontraba presente la familia gaditana. Iván estaba completamente enchaquetado, además llevaba una corbata rosa palo que hacía juego con la blusa de Carmen, <<al menos irán conjuntados>> pensé. Este se movía de un lado a otro, lanzando de cuando en cuando pequeñas ojeadas nerviosas hacia la puerta, a la espensa de que Carmen apareciera cruzando el umbral. Cristian, el mediano de los hermanos, reía con cada movimiento que su hermano mayor hacía, lo que me dio a entender que estaba al tanto de todo. El tiempo transcurría lentamente. Finalmente los adultos decidieron que irían a ver el espectáculo cómico que se celebraba en el gran salón. Me sentí algo ridícula al pensar que si Carmen no hubiera insistido mi plan de esa noche sería pasar una gran velada con mis tíos. <<Patético>>.

Tras más de cuarenta y cinco minutos de espera Carmen hizo su aparición. Quizá sólo fue impresión mía pero creí ver que todo el bar se giraba para mirarla. En especial Iván. Estaba para que le hicieran una foto, aunque lo más práctico hubiera sido fregar el charco de baba que se estaba creando a sus pies. 

- ¡Quién te ha visto y quién te ve Carmen! –bramó Marga.

- Tú tienes que ser como mínimo mi nuera –bromeaba Alberto.

Iván comenzó a ponerse rojo como la sirena de un camión de bomberos y comenzó a darle leves codazos a sus padres con el objetivo de que se callaran. 

- Yo quiero ir con la hermana –balbuceaba Lucas.

- Cariño, escúchame, la hermana se va con los amigos y tú eres muy pequeño todavía –Ángeles intentaba consolarlo.

- Si yo no soy tan pequeño.

Ángeles miró a su marido, Pedro, en un vano intento de que le echara una mano, pero este al ver la situación prefirió girarse y continuar su “supuesta” conversación con uno de los camareros.

- Carmen, déjame ir contigo, te prometo que me portaré bien.

Carmen me miró con una cara que pedía a gritos auxilio. Lucas era el hermano pequeño de Carmen y aunque yo fuera hija única sé lo difícil que resultaría negarle algo a tu hermanito pequeño.

- Claro que sí que ve venga –intervine –no hay problema sólo nos tomaremos algo en la cubierta y nos recogeremos pronto. <<Al menos yo sí>>.

Carmen me miró confusa, pero para no prolongar esa situación tan incómoda Iván, Carmen, Cristian, Lucas y yo salimos del bar.
Cristian rápidamente desapareció diciendo que había conocido a unas niñas de la zona de Alicante, lo que por fin nos dio un respiro y pudimos hablar sin tapujos.

- Lucas –me dirigí directamente al pequeño -¿te vienes conmigo? Si quieres nos vamos a la cubierta y nos tomamos un zumo.

- ¿Y mi hermana?

- Es que…tu hermana esta noche ya tiene planes. Pero nos lo vamos a pasar muy bien. ¿Sabes bailar? Nos podemos apuntar al concurso de sevillanas. 

Lucas sonrió y me agarro de la mano. Carmen y yo nos dirigimos una mirada cómplice y acto seguido la pareja se alejó de nosotros.


La cubierta estaba menos habitada que el día anterior pero seguía teniendo esa decoración de luces que tanto me gustaba. Lucas y yo nos sentamos en los taburetes de una barra y nos pedimos algo de beber. Lo cierto es que para mí no suponía ningún problema pasar tiempo con él. Siempre he sido hija única y he añorado la compañía que puede hacerte un hermano. Además Lucas era un niño adorable, siempre con esa sonrisa en la cara y con sus dos preciosos ojos abiertos de par en par.

- Mi hermana e Iván están juntos, ¿verdad? –me quedé mirándolo << ¿qué le digo? >> -no te preocupes, me lo puedes contar, yo prometo no contárselo a mis padres. 

La dulzura de Lucas dejaba embelesada a cualquiera. No pude más que mirarlo y decirle la verdad.

- Pues sí Lucas, hoy tienen su primera cita.

- ¿Te cuento un secreto? –Lucas se acercó a mí para decírmelo en el oído –ya se querían desde el año pasado. Se les notaba mucho. Pero, ¿por qué han tardado tanto?

- Porque muchas veces hacemos tonterías, y por miedo o por vergüenza nos callamos, y dejamos que el tiempo pase –el tono de voz me fue quebrando conforme iba terminando la frase.

- ¡Qué tontería! Pues cuando yo quiera a alguien se lo diré.

Le dediqué una de mis mejores sonrisas. 

Cada vez hacía más aire en la cubierta y Lucas de cuando en cuando tiritaba.

- Cuando tú quieras nos vamos.

- No, tampoco hace tanto frío –no resultaron muy creíbles estas palabras pues cada vez se estaba encogiendo más en su asiento.

- Venga va Lucas, vámonos, que tenemos que descansar para mañana.

- ¿Y tu cita? ¿No tienes cita esta noche?

- Pues no, no tengo cita, así que vamos, andando –me bajé del taburete y me disponía a bajarle a él cuando una chaqueta se posó sobre sus hombros.

- Así que eres tú el que me ha quitado la cita de esta noche –gracias a la chaqueta de Pablo, Lucas había dejado de temblar.

Lucas me miró con sus enormes ojos y después miró a Pablo. Para mi sorpresa no hizo ninguna pregunta. Se limitó a ponerse en pié y sonreír. Sin saber muy bien hasta donde me llevaría esa situación, únicamente me dediqué a seguir a Lucas que se dirigió directamente a su camarote. Antes de llamar a la puerta para que le abrieran sus padres Lucas se quitó la chaqueta y se la dio a Pablo y después tiró de mí hacia abajo y me susurró al oído:

- Será nuestro secreto.

Acto seguido entró en la habitación y tuve que vérmelas cara a cara con Pablo.

- Un poco pequeño para ti, ¿no crees?

- Y tú eres demasiado imbécil para lo grande que eres ya. Está claro que en el mundo existe una gran descompensación.

Pablo se limitó a reír. Estaba claro que le hacía gracia la situación, cosa que a mí no. Esas apariciones repentinas de Pablo me hacían perder los nervios. 
¿Dónde se habría metido toda la noche?

- ¿Te gustaría dar un paseo conmigo?

- ¿Tengo otra opción?

- Oh por supuesto, siempre me puedes decir que no.

- De acuerdo, pues no.

- Ya…el caso es que yo no acepto un no por respuesta y en el caso de que tu negativa fuera irrevocable, te aviso de que pasaré toda la noche en la puerta de tu camarote hasta que accedas a pasear conmigo.

No le dije nada, simplemente comencé a andar. Pablo me seguía por detrás y no sé por qué pero algo en lo más profundo de mí me decía que otra vez tendría esa sonrisa triunfante en su cara. Finalmente me alcanzó y me condujo hacia la parte superior de la cubierta. Donde bailamos por primera vez. 

Cuanto más avanzaba la noche más frío se volvía el viento. Comencé a cubrirme con los brazos, pero antes de que mis manos tocaran mis hombros, Pablo ya había dejado su chaqueta sobre mí.

- No vaya a ser que te resfríes.

- Qué considerado.

Pablo se detuvo en seco y me cogió de las manos.

- Bianca, quería pedirte perdón por lo que pasó esta mañana en tu camarote.

- No hay por qué pedir disculpas, no me tienes que dar ninguna clase de explicación.

Intenté seguir con la marcha pero me detuvo agarrándome por el brazo.

- Entiendo que estés molesta, me he comportado como un autentico imbécil.

- Pablo, te he dicho que no tienes la necesidad de disculparte. No ha pasado nada.

- Sí, sí que ha pasado. Bianca no sabes las ganas que tenía de terminar lo que empezamos.

Un calor invadió todo mi cuerpo, desde el dedo pequeño del pié hasta la última punta del pelo. ¿Quería realmente? ¿O sólo pretendía reírse un rato?

- ¿Quieres volver a bailar conmigo? –me extendió la mano.

Casi hipnotizada le cogí la mano.

- Pero no hay música –le espeté.

- Yo la haré –y acto seguido comenzó a tararear.

Me costó un poco reconocer la canción, pero no tardé en darme cuenta de que se trataba de Mi princesa de David Bisbal. Se estaba tan cómoda entre sus brazos. Pero lo cierto era que no quería acomodarme mucho, ya era la tercera vez que me encontraba en esta situación y seguramente estaría a punto de recibir el tercer desengaño. 

Pablo me movía con paso lento pero firme, recordé lo que me impresionó la primera vez que bailamos juntos, casi parecía un bailarín profesional. El mando lo tenía él por completo. Él me guiaba y marcaba el ritmo y la intensidad del movimiento. Casi parecía estar flotando.

Comenzó a disminuir lentamente el ritmo de la canción y comencé a notar su intensa mirada clavada en mi rostro aun ausente. Lentamente le miré. Sus brazos descendieron hasta lo más bajo de mi espalda y me apretó contra su cuerpo.

- ¿Hasta dónde quieres llegar Pablo…?

- Hasta las últimas consecuencias

Me removí inquieta en sus brazos. <<Te hará daño>>, sí, ese pensamiento brotaba continuamente por mi cabeza. Pero en ese momento lo tenía tan cerca que me resultaba difícil concentrarme en algún pensamiento lejos de él y de sus labios que tan lentamente se acercaban a mí.

Mi subconsciente actuó por sí solo. Me zafé de los brazos de Pablo y me di la vuelta.Pablo me tomó por los hombros y me abrazó. En ese gesto comprendí que entendía mi postura y mis sentimientos.

- De veras Pablo, ¿hasta dónde pretendes llegar?

- Te lo he dicho. Hasta las últimas consecuencias.

En un ligero y apasionado movimiento me giró por completo y sus labios se posaron en los míos. Sus brazos fuertes y seguros se depositaron en torno a mi cintura. En ese momento perdí la noción del tiempo y el control sobre mí misma. Sólo existía él, él y su apasionado beso. Mis manos ascendieron tímidamente hasta que pudieron verse enredadas en su pelo negro. Al notar ese contacto, Pablo me aprisionó aun más contra su cuerpo y sus brazos me levantaron algunos centímetros del suelo. Mis brazos se cerraron con más fuerza sobre su cuello y la intensidad del beso fue creciendo lentamente. Mientras tanto los brazos de Pablo me tenían fuertemente sujeta, en ese momento me sentí segura y solo deseaba que aquel beso no terminara nunca.